Como dijimos alguna vez en algun comentario perdido en la maraña, un sistema de pensiones surge de una especie de pacto en el que la sociedad decide que es feo que los ancianos tengan que pedir limosna por la calle y por medio de algún mecanismo solidario les asegura un ingreso que les permita mantener un nivel de vida decente y relativamente acorde a su nivel de vida anterior.
El sistema de pensiones ideal debería ser universal, es decir cubrir a toda la población en edad de jubilarse o incapacitada para ganarse la vida, justo o equitativo, es decir que no haya enormes desigualdades en el ingreso que reciben los jubilados, eficiente, lo que entre otras cosas implica que el sistema maximiza el rendimiento de los aportes y pone la tasa de ahorro del país ni demasiado alta ni demasiado baja, solidario, esto es, que reparte el riesgo entre ricos y pobres y entre jóvenes y viejos, y también, para poder cumplir con los objetivos anteriores, sostenible en el tiempo. De nada sirve que la cobertura sea total y las prestaciones generosas si el sistema hace crisis una vez cada 10 años.
Para que un sistema cumpla con todas esas condiciones al mismo tiempo hay que diseñarlo con mucho cuidado. Lo mejor sigue siendo un sistema de tres pilares como el que esbozábamos acá, pero después de los acontecimientos de los últimos dos años quedó demostrado que la ponderación en el sistema de esos tres pilares debería ser un poco distinta a la que nos contaban hace 20 años. En lugar de recostarse tanto en el tercer pilar, sería mejor introducir cambios paramétricos, como cambios en la estructura de aportes y beneficios o en la edad de jubilarse. En todo caso, la regulación del segundo y tercer pilar, que son las partes compulsiva y voluntaria, respectivamente, de los sistemas de capitalización individual, debería ser un poco distinta, para asegurar que los jubilados que confiaban en tener jubilaciones copiosas al final de su vida laboral no se encuentren sorpresivamente con unos ingresos muchísimo menores a lo esperado.
Pero lo que me interesa en este post es hacer hincapié en el aspecto equitativo y en el del nivel de vida relativamente acorde al nivel de vida anterior.
El gráfico que se ve a continuación muestra el índice de Gini de los ingresos en el grupo de 60 a 70 años en Argentina entre 1974 y 2009, según los cálculos del CEDLAS. Aunque lo ideal sería tener una serie calculada para todos los mayores de 65 años, supongo que ésta es una buena proxy. Como vemos en el gráfico, este índice es, en general, bastante parecido al índice para la población total, aunque un poco más bajo. Es decir, hay menos inequidad en ese grupo que si consideramos la población en general.
De todas formas, como también podemos ver en el gráfico, el índice de Gini para los mayores de 60 ha estado por encima de 40 desde el '88 en adelante, lo que sigue siendo muy alto y muestra una distribución del ingreso bastante inequitativa. Lo ideal sería ponerlo en 30 o por debajo. Para el resto de la población también sería deseable, pero lo de los jubilados podría ser más alcanzable y matar varios pájaros de un tiro.
De ahí el título de este post. Para bajar el índice de Gini de los jubilados y para asegurarles un nivel de vida decente y relativamente acorde a cómo vivían antes, no hace falta que todos los jubilados habidos y por haber cobren el 82% móvil de sus salarios. Lo que hay que hacer es una escala descendente de acuerdo al nivel de ingresos. Si durante la vida laboral, los ingresos eran muy inferiores al ingreso medio, la jubilación debería ser del 100% o más del salario, si eran iguales al ingreso medio se podría pensar en la cifra fetiche del 82%, con ingresos de una vez y media el salario medio, jubilación del 70%, del doble, el 60%, y así sucesivamente. Esto se justifica porque el consumo cuando uno es viejo baja abruptamente, sobre todo porque la gente de ingresos altos suele ya tener casa propia y no necesita pagar alquiler y además no tiene necesidad de recorrer tanto el mundo porque se aburrió de hacerlo cuando era joven, ni de comprarse autos deportivos o gastarse medio sueldo en zapatos o carteras de diseñador famoso para impresionar al sexo opuesto porque deja de ser relevante, mientras que la gente de bajos ingresos suele seguir teniendo necesidades insatisfechas.
Si volvemos a mirar la tabla que habíamos publicado en este post, el sistema de jubilaciones argentino debería parecerse más al de Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca o la República Checa, que al de Austria o Alemania y sobre todo ¡nunca! al de Grecia, Italia, Hungría o Turquía.
Y ésa sería una reforma para ir en camino a una sociedad más justa.
En este blog pretendemos compartir con ustedes nuestros pensamientos sobre finanzas públicas, economía política, politica económica y politica, aclarando como principio que las delimitaciones entre las mencionadas ramas del conocimiento no serán respetadas.
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domingo, 22 de agosto de 2010
jueves, 1 de julio de 2010
Las jubilaciones y el ministro mentiroso
El ministro de economía, que suele ajustarse tan poco a la verdad que casi roza lo ofensivo, dijo ayer que solamente en Luxemburgo se pagan pensiones por encima del 82% de los salarios. Si bien considero que ese número del 82% es un fetiche que debería ser desterrado de la cabeza de los argentinos para cambiarlo por el de la idea de "jubilaciones decentes", esto es un ingreso seguro que cubra necesidades básicas, me llamó mucho la atención que dijera eso, así que, como de costumbre, me fui a mirar los números.
Las cifras que están en la tabla y el gráfico de abajo salen de la base de datos sobre protección social de la OECD y se usaron en la publicación "Pensions at a glance 2009", la mejor publicación del mundo para comparar sistemas de pensiones. La OECD, además de incluir a un montón de países ricos, incluye a Turquía, México, Hungría y ahora Chile, países de ingresos más o menos comparables al de Argentina. Desgraciadamente, Chile no está todavía en las estadísticas.
El numerito relevante se llama "tasa de reemplazo", o la jubilación como porcentaje de los salarios anteriores. La tasa de reemplazo que muestra la tabla sólo incluye los sistemas de pensiones obligatorios, sean estos públicos o privados, pero no incluye los sistemas voluntarios. Se define de dos formas, bruta y neta. Las tasas brutas se calculan con salarios y pensiones antes de impuestos y transferencias, las tasas netas son las que resultan después de tener en cuenta éstos últimos.
En la tabla vemos las dos tasas, para hombres y mujeres, con jubilaciones como reemplazo de salarios equivalentes al 50%, al 100% y al 150% del salario promedio de la economía, lo que nos da un total de 12 conjuntos de tasas, confesemos que difícil de visualizar. Para hacerlo más fácil, resumí la información en un gráfico, que muestra solamente la tasa de reemplazo neta, en promedio para hombres y mujeres y para los tres niveles de salarios.
Como se desprende del gráfico, hay otros diez países en el mundo donde las tasas de reemplazo de las jubilaciones son superiores al 80% de los salarios bajos además de Luxemburgo, entre ellos Turquía, un país más pobre que Argentina y Hungría, un país un poco más rico pero no tanto como para impresionar. También hay unos cuantos con jubilaciones más bajas, entre ellos el Reino Unido, un país que tiene algunos problemas para ofrecer un ingreso medianamente decente a sus ancianos.
Y entonces quiero volver al tema del ingreso decente. ¿Una jubilación mínima igual al 82% del salario mínimo cubre las necesidades básicas? ¿Cubre el salario mínimo las necesidades básicas? Lo lógico sería establecer los dos en ese nivel de decencia y entonces no es para nada irresponsable pensar que la jubilación mínima y el salario mínimo deberían ser más o menos iguales y concluir que el 82% móvil del salario mínimo se queda corto.
Lo que es totalmente irresponsable es extender la idea de que todas las jubilaciones tienen que ser del 82% móvil. La tasa de reemplazo para los jubilados que como asalariados ganaban alrededor del promedio salarial de la economía debería andar por el 60%-70% para hacer al sistema sostenible, y quizás ser un poco más baja para los asalariados que ganan mucho más que el salario promedio.
Las cifras que están en la tabla y el gráfico de abajo salen de la base de datos sobre protección social de la OECD y se usaron en la publicación "Pensions at a glance 2009", la mejor publicación del mundo para comparar sistemas de pensiones. La OECD, además de incluir a un montón de países ricos, incluye a Turquía, México, Hungría y ahora Chile, países de ingresos más o menos comparables al de Argentina. Desgraciadamente, Chile no está todavía en las estadísticas.
El numerito relevante se llama "tasa de reemplazo", o la jubilación como porcentaje de los salarios anteriores. La tasa de reemplazo que muestra la tabla sólo incluye los sistemas de pensiones obligatorios, sean estos públicos o privados, pero no incluye los sistemas voluntarios. Se define de dos formas, bruta y neta. Las tasas brutas se calculan con salarios y pensiones antes de impuestos y transferencias, las tasas netas son las que resultan después de tener en cuenta éstos últimos.
En la tabla vemos las dos tasas, para hombres y mujeres, con jubilaciones como reemplazo de salarios equivalentes al 50%, al 100% y al 150% del salario promedio de la economía, lo que nos da un total de 12 conjuntos de tasas, confesemos que difícil de visualizar. Para hacerlo más fácil, resumí la información en un gráfico, que muestra solamente la tasa de reemplazo neta, en promedio para hombres y mujeres y para los tres niveles de salarios.
Como se desprende del gráfico, hay otros diez países en el mundo donde las tasas de reemplazo de las jubilaciones son superiores al 80% de los salarios bajos además de Luxemburgo, entre ellos Turquía, un país más pobre que Argentina y Hungría, un país un poco más rico pero no tanto como para impresionar. También hay unos cuantos con jubilaciones más bajas, entre ellos el Reino Unido, un país que tiene algunos problemas para ofrecer un ingreso medianamente decente a sus ancianos.
Y entonces quiero volver al tema del ingreso decente. ¿Una jubilación mínima igual al 82% del salario mínimo cubre las necesidades básicas? ¿Cubre el salario mínimo las necesidades básicas? Lo lógico sería establecer los dos en ese nivel de decencia y entonces no es para nada irresponsable pensar que la jubilación mínima y el salario mínimo deberían ser más o menos iguales y concluir que el 82% móvil del salario mínimo se queda corto.
Lo que es totalmente irresponsable es extender la idea de que todas las jubilaciones tienen que ser del 82% móvil. La tasa de reemplazo para los jubilados que como asalariados ganaban alrededor del promedio salarial de la economía debería andar por el 60%-70% para hacer al sistema sostenible, y quizás ser un poco más baja para los asalariados que ganan mucho más que el salario promedio.
domingo, 27 de junio de 2010
¿En que estamos pensando?...En los jubilados seguro que no
Las brujas existen. Un comentarista nos pregunta por posts sobre las jubilaciones y después del triunfo contra México recibo este mail. Believe it or not.
Por Silvana S.
Hoy me levanté y como hago usualmente enciendo mi computadora y leo los diarios. En primera plana de la mayoría de estos había una noticia que me hizo indignar. Como buena descendiente de tanos que soy, pasé rápidamente de la indignación al enojo y no contaba con ninguna de mis super amigas a mano para despotricar. Abrumada por la situación (para los que me conocen no se asusten que no rompí nada ni le pegue a nadie..), me desquité con la que más me ha escuchado en los últimos tiempos: mi computadora (si ésta notebook hablara, por Dios!). Como el motivo de mi indignación/enojo trataba sobre un tema que he tenido que investigar tanto por causas laborales como académicas, escribí unas líneas al respecto.
Muchos se dirán, para que corno me manda esto a mi? Y la verdad es que estoy con las b...(esas que no tengo) al plato de tanta hipocrecía de nuestra clase política, de tanta chachara y pocas nueces. Es una humilde contribución para ustedes, que seguramente están menos empapados con el tema, y en años más o años menos serán parte activa del mismo. Quizá no sólo es un llamado de atención en este tema específico (ya se enterarán si abren el pdf que adjunto, son sólo tres páginas che!) sino, lo que más miedo me da (si, ya pasé del enojo al miedo) que es una patética conducta recurrente de este sector de la sociedad esa de hablar...(como decirlo de manera elegante...no puedo!) al pedo, esa de restar más que sumar. Lo más tenebroso de todo esto es que el año próximo tenemos elecciones presidenciales y digo tenebroso porque a quien ostia vamos a votar!! Tengo la amarga sensación de que estamos destinados nuevamente a elegir al menos peor.
abrazo
Desde los partidos opositores parece existir un consenso acerca de la instauración del 82% móvil en los haberes jubilatorios. Apañados en la progresividad de tal medida y en el actual superávit de la ANSES, se han convencido de que la misma es consistente. Un pequeño análisis al respecto:
En primer lugar es necesario ponernos en tema de las definiciones y las funciones del sistema de previsión social. La función primordial de ese sistema es cubrir a la población de la contingencia de la vejez. La razón de la obligatoriedad del sistema se funda en la miopía de los agentes, avalándonos en la teoría del ciclo vital, el flujo de ingresos de un individuo es bajo al principio y al final de su vida, mientras que es alto a la mitad de la misma. Es decir, el flujo de ingresos es consecuente con la productividad de las personas. La falta de previsibilidad, miopía, de las personas en general imposibilita el ahorro voluntario durante la vida activa para suplir la falta de ingresos hacia el final de su vida. Es aquí que el sistema de previsión social aparece como esencial.
La naturaleza del Sistema puede ser de carácter universal o contributivo. En el primero de los casos toda la población mayor de cierta edad recibe un haber previsional. En el segundo caso, el carácter contributivo lo hace exclusivo, es decir, además de la edad predeterminada solo podrá acceder al beneficio aquel que hayan aportado en su vida activa durante un tiempo específico. El haber que se percibe en los sistemas universales, a diferencia del sistema contributivo, no guarda relación con el salario recibido durante la vida activa, no existe proporcionalidad en los haberes, ya que la lógica del mismo es brindar una jubilación igual para todos.
Por Silvana S.
Hoy me levanté y como hago usualmente enciendo mi computadora y leo los diarios. En primera plana de la mayoría de estos había una noticia que me hizo indignar. Como buena descendiente de tanos que soy, pasé rápidamente de la indignación al enojo y no contaba con ninguna de mis super amigas a mano para despotricar. Abrumada por la situación (para los que me conocen no se asusten que no rompí nada ni le pegue a nadie..), me desquité con la que más me ha escuchado en los últimos tiempos: mi computadora (si ésta notebook hablara, por Dios!). Como el motivo de mi indignación/enojo trataba sobre un tema que he tenido que investigar tanto por causas laborales como académicas, escribí unas líneas al respecto.
Muchos se dirán, para que corno me manda esto a mi? Y la verdad es que estoy con las b...(esas que no tengo) al plato de tanta hipocrecía de nuestra clase política, de tanta chachara y pocas nueces. Es una humilde contribución para ustedes, que seguramente están menos empapados con el tema, y en años más o años menos serán parte activa del mismo. Quizá no sólo es un llamado de atención en este tema específico (ya se enterarán si abren el pdf que adjunto, son sólo tres páginas che!) sino, lo que más miedo me da (si, ya pasé del enojo al miedo) que es una patética conducta recurrente de este sector de la sociedad esa de hablar...(como decirlo de manera elegante...no puedo!) al pedo, esa de restar más que sumar. Lo más tenebroso de todo esto es que el año próximo tenemos elecciones presidenciales y digo tenebroso porque a quien ostia vamos a votar!! Tengo la amarga sensación de que estamos destinados nuevamente a elegir al menos peor.
abrazo
Desde los partidos opositores parece existir un consenso acerca de la instauración del 82% móvil en los haberes jubilatorios. Apañados en la progresividad de tal medida y en el actual superávit de la ANSES, se han convencido de que la misma es consistente. Un pequeño análisis al respecto:
En primer lugar es necesario ponernos en tema de las definiciones y las funciones del sistema de previsión social. La función primordial de ese sistema es cubrir a la población de la contingencia de la vejez. La razón de la obligatoriedad del sistema se funda en la miopía de los agentes, avalándonos en la teoría del ciclo vital, el flujo de ingresos de un individuo es bajo al principio y al final de su vida, mientras que es alto a la mitad de la misma. Es decir, el flujo de ingresos es consecuente con la productividad de las personas. La falta de previsibilidad, miopía, de las personas en general imposibilita el ahorro voluntario durante la vida activa para suplir la falta de ingresos hacia el final de su vida. Es aquí que el sistema de previsión social aparece como esencial.
La naturaleza del Sistema puede ser de carácter universal o contributivo. En el primero de los casos toda la población mayor de cierta edad recibe un haber previsional. En el segundo caso, el carácter contributivo lo hace exclusivo, es decir, además de la edad predeterminada solo podrá acceder al beneficio aquel que hayan aportado en su vida activa durante un tiempo específico. El haber que se percibe en los sistemas universales, a diferencia del sistema contributivo, no guarda relación con el salario recibido durante la vida activa, no existe proporcionalidad en los haberes, ya que la lógica del mismo es brindar una jubilación igual para todos.
Juan Carlos de Pablo banca a Nestor
Ustedes saben como lo banco a JCDP, para mi es un groso a pesar de estar casi siempre del Lado Oscuro.
Pero hoy, Ana me pasa el dato de esta nota de JCDP y se me viene a la mente esta otra nota.
Será que la billetera de Anibal F. en lugar de abrirse para nosotros tomó otros rumbos?
Pero hoy, Ana me pasa el dato de esta nota de JCDP y se me viene a la mente esta otra nota.
Será que la billetera de Anibal F. en lugar de abrirse para nosotros tomó otros rumbos?
viernes, 21 de noviembre de 2008
Cucaña
A ver, Boudou, este tipo de cosas no se dicen justo el día después, porque se te nota no sólo que estás haciendo trampa, sino también el amateurismo.
La plata de las AFJP es para pagar jubilaciones, no para "sostener la economía de la Argentina en este período en que se vive". No hay que invertirla en "inversiones de largo plazo de mano de obra intensiva" – frase tonta que sirve para engatusar a la platea – sino mantenerla en un fondo, invertida en activos seguros y de rendimiento estable para usarla cuando haga falta para pagar jubilaciones.
El dinero de las AFJP no es el cuerno de la abundancia. A ver cuándo aprenden que en el mundo real existen las restricciones de presupuesto, che.
(Aprendí a poner links en los títulos, como hace Olivera).
La plata de las AFJP es para pagar jubilaciones, no para "sostener la economía de la Argentina en este período en que se vive". No hay que invertirla en "inversiones de largo plazo de mano de obra intensiva" – frase tonta que sirve para engatusar a la platea – sino mantenerla en un fondo, invertida en activos seguros y de rendimiento estable para usarla cuando haga falta para pagar jubilaciones.
El dinero de las AFJP no es el cuerno de la abundancia. A ver cuándo aprenden que en el mundo real existen las restricciones de presupuesto, che.
(Aprendí a poner links en los títulos, como hace Olivera).
jueves, 13 de noviembre de 2008
Adivinanza
sábado, 8 de noviembre de 2008
Mujeres longevas
Ví la gran discusión entre las dos diputadas. Qué manera de pelearse las señoras. Pero lo que más me llamó la atención no fue eso, sino que en mitad de la refriega, María América González se declaraba en contra de subir la edad de jubilación de las mujeres.
Así que nos metemos para decir que eso es un error, MAG, un error tremendo. Si el nuevo sistema de jubilaciones de reparto tiene alguna pretensión de ser sostenible – y la sostenibilidad es el prerequisito para que también sea justo – hay que aumentar los años de contribución de todos y, por supuesto, también de las mujeres, que son las que tienen la esperanza de vida más larga.
Entonces, que la edad de jubilación sea igual para los dos sexos y, por lo menos, de 65 años. Y preferiblemente indexada a la esperanza de vida. Que con una como mi abuela que se jubiló a los 60 y ahora va para los 97 no hay sistema jubilatorio que aguante.
Así que nos metemos para decir que eso es un error, MAG, un error tremendo. Si el nuevo sistema de jubilaciones de reparto tiene alguna pretensión de ser sostenible – y la sostenibilidad es el prerequisito para que también sea justo – hay que aumentar los años de contribución de todos y, por supuesto, también de las mujeres, que son las que tienen la esperanza de vida más larga.
Entonces, que la edad de jubilación sea igual para los dos sexos y, por lo menos, de 65 años. Y preferiblemente indexada a la esperanza de vida. Que con una como mi abuela que se jubiló a los 60 y ahora va para los 97 no hay sistema jubilatorio que aguante.
sábado, 25 de octubre de 2008
Jubilaciones para siempre
Mientras El del 0.33% nos analizaba el perfil de la deuda y otros aspectos financieros de la futura reforma y Mafalda nos hacía el análisis global, yo me dedicaba a pensar en todas esas cuestiones de justicia, equidad, largo plazo, bienestar y otras tonterías por el estilo que siempre me ocupan y preocupan.
La idea con un sistema de pensiones es que la gente tenga un ingreso asegurado cuando ya no está en condiciones de trabajar para ganárselo por su cuenta. Como vimos por acá, eso se puede hacer de forma colectiva o individual y en esa elección se muestra en todo su esplendor el espíritu solidario o insolidario de la sociedad.
Si coincidimos en que sería justo y solidario que todos los ancianos del país tuvieran asegurado un ingreso durante su vejez que les permitiera satisfacer sus necesidades básicas, tenemos que coincidir en que el sistema de jubilaciones argentino es un desastre. Es terriblemente regresivo, hay un grupo muy chico que cobra buenas jubilaciones, otro grupo muy grande que cobra pensiones que no alcanzan para nada y un último grupo que directamente no cobra nada. Si se pudiera calcular el índice de Gini para los mayores de 65 años, el resultado sería aún más desalentador que para el de la población en general. Si, como se hace en las Europas, se calculara el riesgo de pobreza de los viejos, estoy segura que daría bastante más alto que para el resto de la población.
Por eso es que es necesario reformar el sistema previsional. Yo casi diría que es necesario recrearlo, inventarlo de nuevo, imaginarlo todo por completo, pero claro, sin vulnerar los derechos adquiridos de los jubilados del presente, ni de los que ya llevan unos cuantos años en el sistema y están próximos a jubilarse. Como siempre, nos enfrentamos con unas restricciones muy fuertes porque, si vamos a la raíz del asunto, el problema en todo esto es que Argentina tiene unas finanzas públicas que son para dar lástima, lo que se refleja en su sistema de seguridad social, también para llorar. Y las finanzas públicas dan lástima porque los ingresos tributarios son muy bajos y la estructura del sistema tributario, horrible, como ya nos aburrimos de decir en este blog.
Un sistema de pensiones ideal sería una combinación de varias cosas. En primer lugar habría una parte, a la que podríamos llamar jubilación universal, que se pagaría a todos los mayores de cierta edad, supongamos 65 años, solamente por el hecho de ser mayores de 65 años. Esa parte debería financiarse con impuestos generales, ya que ese gasto dependería nada más que de la estructura poblacional y no de la estructura del mercado de trabajo. Es decir, una parte del Fondo de Pensiones se financiaría con impuestos generales.
Pero una jubilación de ese tipo equipararía al que no trabajó nunca con el que trabajó toda su vida, por lo que no es del todo justa tampoco. Entonces, es necesario que el sistema tenga una segunda parte, financiada, esta vez, con contribuciones directas al Fondo de Pensiones, que serviría para que los jubilados pudieran mantener un nivel de vida acorde a su pasado laboral. Esta porción tendría un fuerte componente actuarial con una conexión muy estrecha entre años trabajados y nivel de salarios durante la vida laboral, y posiblemente se podría organizar como una mezcla de capitalización y reparto. Desde mi punto de vista, ese Fondo de Pensiones tendría que ser único, manejado por el Estado, pero muy independiente de los vaivenes de la política. Nada de interferencias de los sindicatos, como ya anduvo insinuando Moyano, que sólo servirían para hacer al sistema menos justo, ni de usar al fondo de pensiones para financiar gasto corriente, ya que esto lo haría menos sostenible.
Por último, podría haber una tercera parte optativa para la gente de ingresos altos pero inconstantes, como los jugadores de fútbol o de tenis, o para cualquiera que así lo quisiera, que podrían comprarse una especie de seguro de vejez en instituciones financieras privadas tales como las AFJPs.
Lo que es bastante claro, entonces, es que para hacer una reforma previsional es imprescindible hacer una reforma tributaria al mismo tiempo. Pero, como de costumbre en nuestro querido país, los gobiernos dejan lo importante por lo urgente y se inventan soluciones mágicas y tiradas de los pelos, en lugar de pensarse bien las cosas, tener una idea de la sociedad a la que se quiere llegar y planear un poco cómo se llega a esa sociedad.
Si la idea es hacer una sociedad solidaria, hay que pensar a quién se asiste, cómo se los asiste y cómo se financia la asistencia. Y todo eso implica decisiones de política muy fuertes que no se hacen de la noche a la mañana y se discuten entre todos, los partidos políticos, los trabajadores, los empresarios, las organizaciones sociales y los jubilados de ahora y de mañana.
Y eso es algo que tendría que ser obvio para cualquier presidente con ambiciones de construir esa sociedad con la que soñamos todos. No hay forma de construir nada si la gente no te cree.
La idea con un sistema de pensiones es que la gente tenga un ingreso asegurado cuando ya no está en condiciones de trabajar para ganárselo por su cuenta. Como vimos por acá, eso se puede hacer de forma colectiva o individual y en esa elección se muestra en todo su esplendor el espíritu solidario o insolidario de la sociedad.
Si coincidimos en que sería justo y solidario que todos los ancianos del país tuvieran asegurado un ingreso durante su vejez que les permitiera satisfacer sus necesidades básicas, tenemos que coincidir en que el sistema de jubilaciones argentino es un desastre. Es terriblemente regresivo, hay un grupo muy chico que cobra buenas jubilaciones, otro grupo muy grande que cobra pensiones que no alcanzan para nada y un último grupo que directamente no cobra nada. Si se pudiera calcular el índice de Gini para los mayores de 65 años, el resultado sería aún más desalentador que para el de la población en general. Si, como se hace en las Europas, se calculara el riesgo de pobreza de los viejos, estoy segura que daría bastante más alto que para el resto de la población.
Por eso es que es necesario reformar el sistema previsional. Yo casi diría que es necesario recrearlo, inventarlo de nuevo, imaginarlo todo por completo, pero claro, sin vulnerar los derechos adquiridos de los jubilados del presente, ni de los que ya llevan unos cuantos años en el sistema y están próximos a jubilarse. Como siempre, nos enfrentamos con unas restricciones muy fuertes porque, si vamos a la raíz del asunto, el problema en todo esto es que Argentina tiene unas finanzas públicas que son para dar lástima, lo que se refleja en su sistema de seguridad social, también para llorar. Y las finanzas públicas dan lástima porque los ingresos tributarios son muy bajos y la estructura del sistema tributario, horrible, como ya nos aburrimos de decir en este blog.
Un sistema de pensiones ideal sería una combinación de varias cosas. En primer lugar habría una parte, a la que podríamos llamar jubilación universal, que se pagaría a todos los mayores de cierta edad, supongamos 65 años, solamente por el hecho de ser mayores de 65 años. Esa parte debería financiarse con impuestos generales, ya que ese gasto dependería nada más que de la estructura poblacional y no de la estructura del mercado de trabajo. Es decir, una parte del Fondo de Pensiones se financiaría con impuestos generales.
Pero una jubilación de ese tipo equipararía al que no trabajó nunca con el que trabajó toda su vida, por lo que no es del todo justa tampoco. Entonces, es necesario que el sistema tenga una segunda parte, financiada, esta vez, con contribuciones directas al Fondo de Pensiones, que serviría para que los jubilados pudieran mantener un nivel de vida acorde a su pasado laboral. Esta porción tendría un fuerte componente actuarial con una conexión muy estrecha entre años trabajados y nivel de salarios durante la vida laboral, y posiblemente se podría organizar como una mezcla de capitalización y reparto. Desde mi punto de vista, ese Fondo de Pensiones tendría que ser único, manejado por el Estado, pero muy independiente de los vaivenes de la política. Nada de interferencias de los sindicatos, como ya anduvo insinuando Moyano, que sólo servirían para hacer al sistema menos justo, ni de usar al fondo de pensiones para financiar gasto corriente, ya que esto lo haría menos sostenible.
Por último, podría haber una tercera parte optativa para la gente de ingresos altos pero inconstantes, como los jugadores de fútbol o de tenis, o para cualquiera que así lo quisiera, que podrían comprarse una especie de seguro de vejez en instituciones financieras privadas tales como las AFJPs.
Lo que es bastante claro, entonces, es que para hacer una reforma previsional es imprescindible hacer una reforma tributaria al mismo tiempo. Pero, como de costumbre en nuestro querido país, los gobiernos dejan lo importante por lo urgente y se inventan soluciones mágicas y tiradas de los pelos, en lugar de pensarse bien las cosas, tener una idea de la sociedad a la que se quiere llegar y planear un poco cómo se llega a esa sociedad.
Si la idea es hacer una sociedad solidaria, hay que pensar a quién se asiste, cómo se los asiste y cómo se financia la asistencia. Y todo eso implica decisiones de política muy fuertes que no se hacen de la noche a la mañana y se discuten entre todos, los partidos políticos, los trabajadores, los empresarios, las organizaciones sociales y los jubilados de ahora y de mañana.
Y eso es algo que tendría que ser obvio para cualquier presidente con ambiciones de construir esa sociedad con la que soñamos todos. No hay forma de construir nada si la gente no te cree.
viernes, 24 de octubre de 2008
Cuentitas básicas
Tanto Rollo, como Mingo dicen que no es cierto que el Estado disminuya su deuda.
Yo creo que la reduce y bastante. Haciendo algunas cuentas rápidas sobre qué suma y qué resta para el Estado:
(+)50 Mil Millones de bonos (recupera stock deuda)
(+)45 Mil Millones de acciones, plazos fijos y otros (stock de activos)
(+)Ingresos de nuevos trabajadores que entran al sistema de reparto (flujos positivos)
(-) Deuda futura de aquellas personas que vienen del sistema de capitalización
¿Qué quiero decir con estas cuentas?
Sí, es cierto que el Estado está asumiendo una deuda futura, pero tambien es cierto que eliminando el sistema de capitalización también esta aceptando ingresos al sistema de reparto que antes se iban a capitalización.
La lógica del sistema de reparto es que la recaudación de aportes de la población activa alcanza para cubrir el pago a los jubilados. Dicho de otra forma, creo que toda la gente nueva que ingresará al sistema de reparto, hará aportes de modo tal que alcanzará para pagarles la jubilación a los que venian de capitalización.
En definitiva, el valor futuro de la tercer línea es similar al valor futuro de la devolución anual de la cuarta línea.
Mingo dice: la línea 3 son aproximadamente 13 mil millones anuales. La línea 4 son 95 mil millones (suma línea 1 y 2). Fíjense que si hoy consideraramos a las AFJP como un sistema de reparto, por año podrían devolver el 14% de lo que tienen como stock de activos. (13 mil / 95 mil). Es decir, con lo que ingresa al año le alcanza para devolver todo lo que ahorró la gente de capitalización en aprox 7 años, haciendo cuentas básicas.
Al final, si la línea 3 compensa las necesidades de la línea 4, las primeras dos líneas son menos deuda y más activos para el Estado.
Yo creo que la reduce y bastante. Haciendo algunas cuentas rápidas sobre qué suma y qué resta para el Estado:
(+)50 Mil Millones de bonos (recupera stock deuda)
(+)45 Mil Millones de acciones, plazos fijos y otros (stock de activos)
(+)Ingresos de nuevos trabajadores que entran al sistema de reparto (flujos positivos)
(-) Deuda futura de aquellas personas que vienen del sistema de capitalización
¿Qué quiero decir con estas cuentas?
Sí, es cierto que el Estado está asumiendo una deuda futura, pero tambien es cierto que eliminando el sistema de capitalización también esta aceptando ingresos al sistema de reparto que antes se iban a capitalización.
La lógica del sistema de reparto es que la recaudación de aportes de la población activa alcanza para cubrir el pago a los jubilados. Dicho de otra forma, creo que toda la gente nueva que ingresará al sistema de reparto, hará aportes de modo tal que alcanzará para pagarles la jubilación a los que venian de capitalización.
En definitiva, el valor futuro de la tercer línea es similar al valor futuro de la devolución anual de la cuarta línea.
Mingo dice: la línea 3 son aproximadamente 13 mil millones anuales. La línea 4 son 95 mil millones (suma línea 1 y 2). Fíjense que si hoy consideraramos a las AFJP como un sistema de reparto, por año podrían devolver el 14% de lo que tienen como stock de activos. (13 mil / 95 mil). Es decir, con lo que ingresa al año le alcanza para devolver todo lo que ahorró la gente de capitalización en aprox 7 años, haciendo cuentas básicas.
Al final, si la línea 3 compensa las necesidades de la línea 4, las primeras dos líneas son menos deuda y más activos para el Estado.
jueves, 23 de octubre de 2008
Digo yo...
¿De dónde sacan algunos lo de la violación al derecho de propiedad si la idea es que los fondos individuales que cada uno tiene en su AFJP pasen al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) y que a los afiliados de las AFJP se les reconozcan los aportes y se les garanticen las mismas prestaciones y beneficios que hubieran recibido de la AFJP?
Update:
Me parece que la respuesta a esta pregunta está en Saber Derecho.
Update:
Me parece que la respuesta a esta pregunta está en Saber Derecho.
martes, 21 de octubre de 2008
Oportunismo impecable
A priori, creo que esta vez el timing fue ideal, en medio del derrumbe de instituciones como la independencia de los bancos centrales y de la fuerte intervención de los gobiernos para salvar al sistema financiero. Como nadie puede criticar demasiado al Estado Argentino por tratar de "salvar a los jubilados" de las garras de un sistema que en los hechos es bastante ineficiente, la medida es políticamente impecable y no creo que tenga problemas graves en el Congreso. Fue muy gracioso como ayer, en cuanto se anunció, María América González lo definió de excelente y después Carrió salió a decir que se van a gastar la plata. La forma es horrible, aparece nuevamente la brocha gorda para hacer política económica donde a partir de un paper se define romper el status quo del sistema previsional vigente desde 1994.
Dejando a un lado toda la discusión sobre si es mejor un sistema público (que como está conceptuado hoy es básicamente solidario, más del 70% de los jubilados cobran la mínima después de la moratoria provisional y de los aumentos segmentados otorgados desde 2002) o un sistema de capitalización (con cuentas individuales), algo que, dada la historia argentina donde se gastaron los excedentes al inicio del sistema público dejándolo en rojo, fundamentó la reforma de 1994, lo cierto es que el sistema actual más allá de lo costosa que fue su transición era un híbrido entre los dos. Tal cual estaba conceptuado y dada la informalidad laboral dejaba afuera a mucha gente. Además de que tampoco eliminaba el componente público, ya que el Estado debía seguir haciéndose cargo de la PBU. La cobertura tendía a caer rápidamente, y la moratoria solo solucionó la foto, los que cumplieron la edad para jubilarse después de 1994 y no tenían los aportes necesarios volvieron a quedar afuera. Más allá de la volatilidad de los fondos, había un problema con la indexación de las jubilaciones cuando al momento de jubilarse se optaba por una perpetuidad, es decir tampoco se solucionó el tema licuación aunque, por ahora, no alcanzaba a mucha gente. Por otra parte, más de de un 50% de los fondos estaban invertidos en títulos públicos, con lo cual tampoco es que se generó el gran mercado de capitales que iba a solventar la inversión privada, uno de los argumentos iniciales en el momento de la reforma.
Claramente, el objetivo del proyecto de ley es asegurarse la caja y después se verá quién paga. En el corto plazo, la re-reforma asegura la solvencia fiscal, el flujo de aportes que recibiría el Estado es mayor a $13.000 millones de los aportes que hasta ahora iban al sistema. A su vez, tal cual ocurrió con la reforma de principios de 2007 cuando se transfirieron los mayores sin aportes suficientes y los regímenes especiales, la ANSES recibió los fondos de las AFJP´s, actualmente en $94.000 millones, por lo que el superávit primario va a ser de más de 10% del PIB, de los cuales 8% van a estar dados por la transferencia de fondos. En el largo plazo, evidentemente volviste a comprarte un problema dependiendo de lo que hagas con los fondos y teniendo en cuenta que la ANSES financia al sector público a tasas del 11% con inflación del 20%, 14% anualizado en el margen. Evidentemente vas a licuar. De todos modos, con esto, las dudas sobre la solvencia de corto plazo de Argentina deberían derretirse. Más allá del avasallamiento institucional que esto acarrea, es evidente que aumenta la capacidad de pago y la deuda pública se reduce en términos netos 5% del PIB. Además, en 2009 en medio de la crisis financiera y sin crédito para nadie, incluso para quienes sí hicieron los deberes, lo recomendable es hacer política fiscal expansiva. Los futuros jubilados vamos a ser quienes financiemos la expansión y después veremos qué se recibe. Lo que sí queda claro es que en 2009 el gasto va a crecer más y ya consiguieron cómo financiar la campaña electoral.
Después hay un montón de cosas que quedan en el tintero. El empleo directo del sistema es de 10.500 personas, de las cuales 8000 son promotores. Se dice que los absorbería el ANSES, aunque hay empleo muy calificado. Y también hay un golpe no menor para el sistema financiero, en un momento que no parece ser el ideal. Hay que ver como lo manejan, pero el flujo anual seguro que va a ir a engrosar el financiamiento directo al Tesoro y no a las arcas de los fondos. Evidentemente se achica el negocio, y hay que ver que se hace con el resto. Me imagino que la AFJP Nación va a ser el administrador del nuevo fondo. Igual, hay algo que es tragicómico, que es que las comisiones que se pagaron a las AFJP se hicieron sobre el flujo y no sobre el stock, como ocurre con la administración de los fondos, porque al inicio el stock no existía, por lo cual se pagó por la administración de algo que ya no va a estar. No sé como se va a manejar la cuestión legal que implica la confiscación de fondos que están en cuentas individuales ni qué va a pasar con los fondos de los jubilados actuales del sistema de capitalización que entiendo pasaron a engrosar el activo de las compañías aseguradoras que manejan los retiros. Tampoco sé como se va a manejar la cuestión con las provincias que en ocasión de la reforma de 1994 cedieron el 15% de la coparticipación para financiar al ANSES, me imagino que esa plata ahora será devuelta. Por ahora, son sólo especulaciones sobre un anuncio que todavía no fue.
Dejando a un lado toda la discusión sobre si es mejor un sistema público (que como está conceptuado hoy es básicamente solidario, más del 70% de los jubilados cobran la mínima después de la moratoria provisional y de los aumentos segmentados otorgados desde 2002) o un sistema de capitalización (con cuentas individuales), algo que, dada la historia argentina donde se gastaron los excedentes al inicio del sistema público dejándolo en rojo, fundamentó la reforma de 1994, lo cierto es que el sistema actual más allá de lo costosa que fue su transición era un híbrido entre los dos. Tal cual estaba conceptuado y dada la informalidad laboral dejaba afuera a mucha gente. Además de que tampoco eliminaba el componente público, ya que el Estado debía seguir haciéndose cargo de la PBU. La cobertura tendía a caer rápidamente, y la moratoria solo solucionó la foto, los que cumplieron la edad para jubilarse después de 1994 y no tenían los aportes necesarios volvieron a quedar afuera. Más allá de la volatilidad de los fondos, había un problema con la indexación de las jubilaciones cuando al momento de jubilarse se optaba por una perpetuidad, es decir tampoco se solucionó el tema licuación aunque, por ahora, no alcanzaba a mucha gente. Por otra parte, más de de un 50% de los fondos estaban invertidos en títulos públicos, con lo cual tampoco es que se generó el gran mercado de capitales que iba a solventar la inversión privada, uno de los argumentos iniciales en el momento de la reforma.
Claramente, el objetivo del proyecto de ley es asegurarse la caja y después se verá quién paga. En el corto plazo, la re-reforma asegura la solvencia fiscal, el flujo de aportes que recibiría el Estado es mayor a $13.000 millones de los aportes que hasta ahora iban al sistema. A su vez, tal cual ocurrió con la reforma de principios de 2007 cuando se transfirieron los mayores sin aportes suficientes y los regímenes especiales, la ANSES recibió los fondos de las AFJP´s, actualmente en $94.000 millones, por lo que el superávit primario va a ser de más de 10% del PIB, de los cuales 8% van a estar dados por la transferencia de fondos. En el largo plazo, evidentemente volviste a comprarte un problema dependiendo de lo que hagas con los fondos y teniendo en cuenta que la ANSES financia al sector público a tasas del 11% con inflación del 20%, 14% anualizado en el margen. Evidentemente vas a licuar. De todos modos, con esto, las dudas sobre la solvencia de corto plazo de Argentina deberían derretirse. Más allá del avasallamiento institucional que esto acarrea, es evidente que aumenta la capacidad de pago y la deuda pública se reduce en términos netos 5% del PIB. Además, en 2009 en medio de la crisis financiera y sin crédito para nadie, incluso para quienes sí hicieron los deberes, lo recomendable es hacer política fiscal expansiva. Los futuros jubilados vamos a ser quienes financiemos la expansión y después veremos qué se recibe. Lo que sí queda claro es que en 2009 el gasto va a crecer más y ya consiguieron cómo financiar la campaña electoral.
Después hay un montón de cosas que quedan en el tintero. El empleo directo del sistema es de 10.500 personas, de las cuales 8000 son promotores. Se dice que los absorbería el ANSES, aunque hay empleo muy calificado. Y también hay un golpe no menor para el sistema financiero, en un momento que no parece ser el ideal. Hay que ver como lo manejan, pero el flujo anual seguro que va a ir a engrosar el financiamiento directo al Tesoro y no a las arcas de los fondos. Evidentemente se achica el negocio, y hay que ver que se hace con el resto. Me imagino que la AFJP Nación va a ser el administrador del nuevo fondo. Igual, hay algo que es tragicómico, que es que las comisiones que se pagaron a las AFJP se hicieron sobre el flujo y no sobre el stock, como ocurre con la administración de los fondos, porque al inicio el stock no existía, por lo cual se pagó por la administración de algo que ya no va a estar. No sé como se va a manejar la cuestión legal que implica la confiscación de fondos que están en cuentas individuales ni qué va a pasar con los fondos de los jubilados actuales del sistema de capitalización que entiendo pasaron a engrosar el activo de las compañías aseguradoras que manejan los retiros. Tampoco sé como se va a manejar la cuestión con las provincias que en ocasión de la reforma de 1994 cedieron el 15% de la coparticipación para financiar al ANSES, me imagino que esa plata ahora será devuelta. Por ahora, son sólo especulaciones sobre un anuncio que todavía no fue.
Reducción de deuda pública y otros efectos
Como todos saben, el Gobierno ha decidido eliminar el sistema de jubilación privada. Más allá de las implicancias generacionales y de bienestar que tendrá esta medida en caso de ser aprobado por el Congreso, el resultado financiero y fiscal será:
-Reducción (o recompra) de deuda pública Argentina por un volumen de más de 17 mil millones de dólares. De estos 17 mil millones de dólares hay unos 8 mil millones en bonos Cuasi-Par. Este bono es en Pesos y ajustado por CER y vencimiento en el 2045. También hay bonos ajustados por PBI. Técnicamente el Gobierno recuperó deuda a costo cero. Las jubilaciones de 9 millones de personas que estaban en capitalización, las pagarán los trabajadores que estén activos al momento que los primeros les toque jubilarse.
-Participación del Estado en empresas privadas a través de acciones en cartera por un monto aproximado de 3 mil millones de dólares. Precio pagado: cero.
-El Estado pasa a ser dueño de 2 mil millones de dólares de plazos fijos en bancos.
-Por último y sumando el resto de las migajas, el Estado tendrá unos 1.500 millones de dólares en fideicomisos, y otro tanto similar en obligaciones negociables de empresas nacionales y extranjeras.
Todo este robo incide en lo siguiente:
-Una parte importante de la deuda ajustada por CER queda en manos del Estado, con lo cual ahora se podría sincerar el INDEC sin un costo elevado de deuda.
-Descomprime (no las elimina) las necesidades de financiación del Estado para los próximos dos años.
-El Estado pasa a ser accionista en muchas empresas privadas que podrían ser utilizadas con fines políticos.
Posiblemente me este olvidando algún punto importante, pero creo que, mas allá de cualquier análisis fiscal, lo más importante es el impacto sobre el bienestar y las discusiones posteriores sobre el sistema más eficiente de jubilación y pensión. Cuestiones que seguramente los demás bloggers de Finanzas Públicas tendrán mucho que decir.
El del 0.33%
-Reducción (o recompra) de deuda pública Argentina por un volumen de más de 17 mil millones de dólares. De estos 17 mil millones de dólares hay unos 8 mil millones en bonos Cuasi-Par. Este bono es en Pesos y ajustado por CER y vencimiento en el 2045. También hay bonos ajustados por PBI. Técnicamente el Gobierno recuperó deuda a costo cero. Las jubilaciones de 9 millones de personas que estaban en capitalización, las pagarán los trabajadores que estén activos al momento que los primeros les toque jubilarse.
-Participación del Estado en empresas privadas a través de acciones en cartera por un monto aproximado de 3 mil millones de dólares. Precio pagado: cero.
-El Estado pasa a ser dueño de 2 mil millones de dólares de plazos fijos en bancos.
-Por último y sumando el resto de las migajas, el Estado tendrá unos 1.500 millones de dólares en fideicomisos, y otro tanto similar en obligaciones negociables de empresas nacionales y extranjeras.
Todo este robo incide en lo siguiente:
-Una parte importante de la deuda ajustada por CER queda en manos del Estado, con lo cual ahora se podría sincerar el INDEC sin un costo elevado de deuda.
-Descomprime (no las elimina) las necesidades de financiación del Estado para los próximos dos años.
-El Estado pasa a ser accionista en muchas empresas privadas que podrían ser utilizadas con fines políticos.
Posiblemente me este olvidando algún punto importante, pero creo que, mas allá de cualquier análisis fiscal, lo más importante es el impacto sobre el bienestar y las discusiones posteriores sobre el sistema más eficiente de jubilación y pensión. Cuestiones que seguramente los demás bloggers de Finanzas Públicas tendrán mucho que decir.
El del 0.33%
martes, 15 de enero de 2008
De una generación a otra
Si la sostenibilidad es importante en las Finanzas Públicas, no hay tema donde sea más importante que en el de los sistemas de pensiones.
A las jubilaciones todos las consideramos ahora un derecho humano, pero en realidad son un invento bastante moderno. Antes, la gente se moría bastante pronto y no las necesitaba. Si conseguía sobrevivir aún después de haber perdido su capacidad de trabajo, vivía de la fortuna que había acumulado durante su vida productiva o sino pasaba a ser dependiente de sus hijos. Así, el seguro para la vejez eran los propios ahorros o la cantidad de hijos que uno tenía.
Si dejamos aparte lo de morirse joven, cada vez menos relevante al ritmo que aumenta la esperanza de vida, cualquiera de las otras alternativas puede asimilarse a uno de los actuales sistemas de pensiones. Lo de vivir de la fortuna acumulada equivale a un sistema de capitalización, lo de ser dependiente de los hijos equivale al sistema de reparto.
En los sistemas de capitalización, cada uno ahorra para su propia jubilación en un fondo de pensiones. Estos invierten los aportes de los futuros jubilados y cuando llega el momento, devuelven esos mismos aportes más los intereses correspondientes a sus clientes. En un sistema de capitalización, por ende, uno depende nada más que de sí mismo, de su capacidad de trabajo y de ahorro para asegurarse la vejez.
En un sistema de reparto, en cambio, la gente en edad de trabajar contribuye a un fondo de pensiones común para que la gente que ya dejó el mercado de trabajo reciba un ingreso. El sistema descansa, al igual que la antigua red de seguridad entre padres e hijos, en la solidaridad intergeneracional. Los jóvenes contribuyen al sistema hoy confiando en que serán retribuidos de la misma manera mañana.
Si a mí me dan a elegir entre un sistema de jubilación de reparto y uno de capitalización nada más que por su eficiencia, diría sin ninguna duda "de reparto". Pero estaría diciendo algo un poco a las apuradas.
Lo que define la eficiencia del sistema es su tasa de retorno. En un sistema de capitalización ésta está dada en principio por la tasa de interés. En un sistema de reparto, es un poco más complicado, pero la idea general es que la tasa de retorno es la tasa de aumento de la masa salarial de la economía, esto es, el aumento en los salarios más el aumento en el empleo entre una generación y la siguiente. Parece ser que en un mundo sin fricciones la tasa de interés es superior a la tasa de aumento de la masa salarial, por lo que un sistema de capitalización sería superior a uno de reparto.
Pero como todos bien sabemos, en el mundo real sí hay fricciones. En el mundo de los sistemas de capitalización están dadas por los gastos de administración de los fondos, por la incapacidad del administrador de conseguir durante 30 años la mejor tasa de rendimiento para esos fondos y, sobre todo, por el riesgo inherente a toda inversión, como descubrieron los míticos jubilados alemanes que invirtieron en bonos de deuda argentina.
Además, hay un efecto al que se suele llamar el efecto de la doble carga que ocurre cuando un sistema de reparto se transforma en un sistema de capitalización. El Estado deja de recibir aportes jubilatorios de los que se pasan a la capitalización, pero al mismo tiempo tiene que seguir pagándole a los actuales jubilados y a los que se quedan a medio camino entre un sistema y otro. Para compensar se vería obligado a aumentar los impuestos a la generación que trabaja y está en el nuevo sistema, lo que disminuye aún más el rendimiento del sistema de capitalización.
Por otro lado, un sistema de reparto depende en forma crucial de la estructura demográfica de la población. La demografía define en gran parte la tasa de dependencia, esto es, la relación entre la población pasiva y la activa. Y digo "en gran parte" porque no es lo único. La legislación al respecto define los parámetros clave del sistema, al determinar edad de jubilación, años requeridos de aportes, años requeridos en el mercado de trabajo y detalles parecidos, determinantes también de la sostenibilidad del sistema.
En realidad, la solidaridad intergeneracional exige dos cosas. Una, por supuesto, es contribuir al sistema pagando los aportes necesarios, la otra, menos obvia para muchos, es tener la cantidad suficiente de hijos para que se mantenga la población. Y no son muchos, tampoco. Con que cada mujer tenga en promedio 2,1 hijos el problema queda solucionado. Pero mucha gente no lo piensa de esa manera. Yo cada vez que escucho treintañeros protestando sobre los hijos de los otros y diciendo tan sueltos de cuerpo que no van a tener hijos para disfrutar la vida, viajar, estudiar o lo que sea, pienso que entonces se los debería obligar a salir del sistema de reparto o permanecer con la condición de pagar el doble de aportes.

Como se ve en la figura, en Argentina el problema demográfico no es tal, por suerte. Las argentinas -aunque no las porteñas, que son las free-rider del modelo- tienen algo más de los 2,1 hijos necesarios y la población sigue creciendo. Aunque la población envejece, lo hace a un ritmo bastante menor que en otros países. El problema, como ya hemos visto por acá, es que muy poca gente trabaja y una gran parte de los pocos que trabajan lo hacen en negro. Ninguno de estos dos grupos contribuye al sistema.
El otro gran problema que tiene el sistema argentino son algunos de sus parámetros. Entre ellos que la gente entra al mercado formal de trabajo bastante tarde y se jubila demasiado temprano. Así, contribuye durante pocos años y los aportes no alcanzan para pagar las jubilaciones.
Por último, el Estado argentino no sabe aprovechar las ventajas administrativas y financieras que ofrece un sistema de reparto en un país con población joven con respecto a un sistema de capitalización. Y además trata a los fondos de pensiones irresponsablemente. Los fondos de pensiones de sistemas de reparto deben tratarse en forma asimétrica y con mucho respeto; pueden ser compensados, si necesario, con impuestos generales, para garantizar un nivel adecuado de ingresos a los jubilados, pero jamás, jamás deben usarse en lugar de los impuestos generales para financiar gastos corrientes o de inversión.
Los fondos de pensiones públicos son para pagar jubilaciones, no para construir caminos, usinas o cloacas. Es lo menos que se le debe a los jubilados argentinos del presente y del futuro después de todas las incertidumbres que se han visto obligados a soportar con los vaivenes de los cambios de sistemas.
A las jubilaciones todos las consideramos ahora un derecho humano, pero en realidad son un invento bastante moderno. Antes, la gente se moría bastante pronto y no las necesitaba. Si conseguía sobrevivir aún después de haber perdido su capacidad de trabajo, vivía de la fortuna que había acumulado durante su vida productiva o sino pasaba a ser dependiente de sus hijos. Así, el seguro para la vejez eran los propios ahorros o la cantidad de hijos que uno tenía.
Si dejamos aparte lo de morirse joven, cada vez menos relevante al ritmo que aumenta la esperanza de vida, cualquiera de las otras alternativas puede asimilarse a uno de los actuales sistemas de pensiones. Lo de vivir de la fortuna acumulada equivale a un sistema de capitalización, lo de ser dependiente de los hijos equivale al sistema de reparto.
En los sistemas de capitalización, cada uno ahorra para su propia jubilación en un fondo de pensiones. Estos invierten los aportes de los futuros jubilados y cuando llega el momento, devuelven esos mismos aportes más los intereses correspondientes a sus clientes. En un sistema de capitalización, por ende, uno depende nada más que de sí mismo, de su capacidad de trabajo y de ahorro para asegurarse la vejez.
En un sistema de reparto, en cambio, la gente en edad de trabajar contribuye a un fondo de pensiones común para que la gente que ya dejó el mercado de trabajo reciba un ingreso. El sistema descansa, al igual que la antigua red de seguridad entre padres e hijos, en la solidaridad intergeneracional. Los jóvenes contribuyen al sistema hoy confiando en que serán retribuidos de la misma manera mañana.
Si a mí me dan a elegir entre un sistema de jubilación de reparto y uno de capitalización nada más que por su eficiencia, diría sin ninguna duda "de reparto". Pero estaría diciendo algo un poco a las apuradas.
Lo que define la eficiencia del sistema es su tasa de retorno. En un sistema de capitalización ésta está dada en principio por la tasa de interés. En un sistema de reparto, es un poco más complicado, pero la idea general es que la tasa de retorno es la tasa de aumento de la masa salarial de la economía, esto es, el aumento en los salarios más el aumento en el empleo entre una generación y la siguiente. Parece ser que en un mundo sin fricciones la tasa de interés es superior a la tasa de aumento de la masa salarial, por lo que un sistema de capitalización sería superior a uno de reparto.
Pero como todos bien sabemos, en el mundo real sí hay fricciones. En el mundo de los sistemas de capitalización están dadas por los gastos de administración de los fondos, por la incapacidad del administrador de conseguir durante 30 años la mejor tasa de rendimiento para esos fondos y, sobre todo, por el riesgo inherente a toda inversión, como descubrieron los míticos jubilados alemanes que invirtieron en bonos de deuda argentina.
Además, hay un efecto al que se suele llamar el efecto de la doble carga que ocurre cuando un sistema de reparto se transforma en un sistema de capitalización. El Estado deja de recibir aportes jubilatorios de los que se pasan a la capitalización, pero al mismo tiempo tiene que seguir pagándole a los actuales jubilados y a los que se quedan a medio camino entre un sistema y otro. Para compensar se vería obligado a aumentar los impuestos a la generación que trabaja y está en el nuevo sistema, lo que disminuye aún más el rendimiento del sistema de capitalización.
Por otro lado, un sistema de reparto depende en forma crucial de la estructura demográfica de la población. La demografía define en gran parte la tasa de dependencia, esto es, la relación entre la población pasiva y la activa. Y digo "en gran parte" porque no es lo único. La legislación al respecto define los parámetros clave del sistema, al determinar edad de jubilación, años requeridos de aportes, años requeridos en el mercado de trabajo y detalles parecidos, determinantes también de la sostenibilidad del sistema.
En realidad, la solidaridad intergeneracional exige dos cosas. Una, por supuesto, es contribuir al sistema pagando los aportes necesarios, la otra, menos obvia para muchos, es tener la cantidad suficiente de hijos para que se mantenga la población. Y no son muchos, tampoco. Con que cada mujer tenga en promedio 2,1 hijos el problema queda solucionado. Pero mucha gente no lo piensa de esa manera. Yo cada vez que escucho treintañeros protestando sobre los hijos de los otros y diciendo tan sueltos de cuerpo que no van a tener hijos para disfrutar la vida, viajar, estudiar o lo que sea, pienso que entonces se los debería obligar a salir del sistema de reparto o permanecer con la condición de pagar el doble de aportes.
Como se ve en la figura, en Argentina el problema demográfico no es tal, por suerte. Las argentinas -aunque no las porteñas, que son las free-rider del modelo- tienen algo más de los 2,1 hijos necesarios y la población sigue creciendo. Aunque la población envejece, lo hace a un ritmo bastante menor que en otros países. El problema, como ya hemos visto por acá, es que muy poca gente trabaja y una gran parte de los pocos que trabajan lo hacen en negro. Ninguno de estos dos grupos contribuye al sistema.
El otro gran problema que tiene el sistema argentino son algunos de sus parámetros. Entre ellos que la gente entra al mercado formal de trabajo bastante tarde y se jubila demasiado temprano. Así, contribuye durante pocos años y los aportes no alcanzan para pagar las jubilaciones.
Por último, el Estado argentino no sabe aprovechar las ventajas administrativas y financieras que ofrece un sistema de reparto en un país con población joven con respecto a un sistema de capitalización. Y además trata a los fondos de pensiones irresponsablemente. Los fondos de pensiones de sistemas de reparto deben tratarse en forma asimétrica y con mucho respeto; pueden ser compensados, si necesario, con impuestos generales, para garantizar un nivel adecuado de ingresos a los jubilados, pero jamás, jamás deben usarse en lugar de los impuestos generales para financiar gastos corrientes o de inversión.
Los fondos de pensiones públicos son para pagar jubilaciones, no para construir caminos, usinas o cloacas. Es lo menos que se le debe a los jubilados argentinos del presente y del futuro después de todas las incertidumbres que se han visto obligados a soportar con los vaivenes de los cambios de sistemas.
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