1990.
Hernán Pita era teniente coronel. Federico Pedernera mayor.
Yo militaba en la juventud de una agrupación peronista que el año anterior había enfrentado al menemismo gobernante por los indultos y que en el mes de junio en Villa María participaría en la fundación del grupo de los ocho diputados disidentes.
Y me tocó la colimba.
Ahí en Patricios, Regimiento I, donde Pita era el segundo jefe y Pedernera el jefe de operaciones.
Un mes de instrucción. Dos o tres meses más saliendo sólo los fines de semana y después ya era como ir a laburar pero más temprano y con poco que hacer.
Los primeros meses hubo varios bailes de esos que todavía me acuerdo y nunca me sentí como en ese momento el último orejón del tarro, a merced de las arbitrariedades de cualquiera con rango, insultado con epítetos desconocidos tipo “tagarna”, amenazado con ser deportado a guarniciones en lugares tambien desconocidos como “Rospentek” o un par de veces con que mi vieja iba a ir a dar vueltas a plaza de mayo con un pañuelo blanco en la cabeza.
Después ya sallía todos los días y por las noches y los fines de semana seguía militando.
En el Regimiento había en forma casi permanente más de mil personas.
Igual que en todo grupo grande, había de todas las calidades humanas posibles.
Me acuerdo especialmente de Pita.
Andaba en un Fiat viejo blanco (creo que un 1500) muy destartalado.
Vivía por Cabildo, cerca del regimiento y tenía varios hijos.
De buen trato con la gente, parecía honesto y frontal.
Con Pedernera tuve menos trato, pero no recuerdo nada malo de él.
El lunes 3 de diciembre a las 2 de la mañana, un grupo de oficiales y suboficiales relevó los puestos de guardia y se parapetó en distintos lugares mientras ingresaban oficiales y suboficiales de otras unidades para sumarse al levantamiento.
Unas horas antes se había sublevado el jefe del Distrito Militar Buenos Aires, que estaba al lado del regimiento, donde se hacía la revisación médica para ver si te salvabas o no y ahora esta Jumbo.
Por un llamado telefónico la plana mayor del regimiento se enteró temprano del levantamiento y se fue para el cuartel.
A eso de las 4, en la Plaza de Armas, una especie de playón donde diariamente era la formación, desfilabamos y ocasionalmente nos bailaban, hubo un tiroteo en el que fueron asesinados Hernán Pita y Federico Pedernera.
En el tiroteo tambien murió un cabo primero Morales del lado de los sublevados.
Durante todo el día siguieron los tiros en Patricios, en el edificio del estado mayor del Ejército, en el puerto y en Entre Ríos, hasta la rendición de los sublevados.
La suerte de los sublevados estaba echada desde que circuló la noticia de la muerte de Pita y Pedernera. Según las
crónicas muchos desistieron de sumarse a la sublevación ante la noticia.
Entre todas las acciones hubo alrededor de 15 muertos (entre ellos dos colimbas, uno de Granaderos y otro de una guarnición de Entre Ríos) y muchos más heridos.
Muchas cosas se discutieron despues en relación a lo que pasó ese día: la responsabilidad sobre las muertes y heridos; si hubo o no intento de golpe; si ya estaban infiltrados y los dejaron hacer; los sucesivos pactos e indultos de Seineldín con Menem y Duhalde; las actividades de uno de los jefes de la sublevación, Baraldini, que está siendo juzgado en La Pampa por crímenes de lesa humanidad, prófugo de la justicia y que fue acusado recientemente de participar en un complot para matar a Evo Morales; la negativa del Estado a indemnizar a las familias de Pita y Pedernera hasta que hubo sentencias en contra; la abolición del servicio militar obligatorio; la estupidez del diputado Olmedo de proponer el regreso del servicio militar, y siguen…
Vivir en democracia es el resultado del esfuerzo, la sangre, el sudor y las lágrimas de muchas personas, entre ellas, de los que murieron defendiendo el orden constitucional el 3 de diciembre de 1990.
Mi homenaje para ellos.