Leyendo El Cronista me encontré dos artículos interesantes. Uno de Miguel Kiguel, que hace un análisis de lo más moderado y realista de la situación argentina (pero seguro que es un neoliberal cualunque) y otro de un señor que no conozco que, más pedante que la que suscribe, se puso a criticar la política monetaria de uno de los Bancos Centrales con más capacidad técnica del planeta. Mande CV a ver qué le dicen.
El artículo dice que la política monetaria del BCE es "fundamentalista", una palabra que ya hemos usado anteriormente en este blog para referirnos a lo mismo. El argumento es un poco el mismo que el de El del 0,33% que dice que el BCE mantuvo las tasas demasiado altas demasiado tiempo, pero este señor dice además que eso alimentó la recesión más de lo necesario.
Que a esta señora le encanta el fundamentalismo monetario no debe ser ninguna novedad para nadie a esta altura. Yo me hice grande en una Argentina hiperinflacionaria y odio la inflación. Así que me gusta bastante un banco central que se encargue de resguardar el valor de la moneda y listo. Pero además, en las Europas, eso fue una decisión política y refrendada por todos los países. La independencia del BCE y la tarea de encargarse específicamente de la inflación está escrita, y bien escrita, en el Tratado de la Unión Europea. El banco debe encargarse de mantener la inflación alrededor del 2% anual y después, si le queda margen, ocuparse del nivel de actividad. Punto. Si no lo hace, el Parlamento Europeo, que es el órgano que lo controla, lo reta.
Del nivel de actividad no se encarga la política monetaria, se encargan la política fiscal, si hay espacio, y especialmente las políticas estructurales.
Ahora, volvamos específicamente a la situación actual. Luis Palma Cané parece olvidarse del gran dilema en el que se encontraba el BCE en el 2008. Inflación alta con bajo crecimiento. En el mes de julio la inflación era del 4% anual. Es posible que a un señor argentino 4% le parezca una risa, pero en las Europas se la toman bastante a la tremenda. La inflación tiene efectos graves sobre la pobreza, y la inflación del último período era una especialmente regresiva. Le pegó fuertísimo al ingreso de los más pobres que son los que más gastan en alimentos y energía, y el golpe se vio más claro en los países más pobres, Bulgaria, Rumania y los Bálticos, donde los alimentos también tienen un mayor peso en la canasta. Así que mantener la inflación baja no parece malo por ese lado. La filosofía detrás de la independencia del BCE no es, como mucha gente parece creer, imponerle a la gente las decisiones de un grupo de tecnócratas insensibles sometidos a los dictados del mercado financiero. La filosofía es mantener el poder adquisitivo de la gente y contribuir al crecimiento económico con una moneda estable. La inflación no es buena para el crecimiento ni para el empleo, señores, a ver si lo reconocemos de una vez.
Vayamos a otro tema que yo ando discutiendo con mi co-blogger y que también está en el artículo. La comparación entre las políticas monetarias de los EEUU y de la UE. Según el autor del artículo, la política monetaria de la FED estuvo bien por expansiva y la del BCE mal por recesiva. Para mí, la de la FED puede haber estado bien por expansiva y la del BCE hizo lo mejor para las Europas. La política monetaria de los últimos años no había sido demasiado restrictiva y muchas economías se recalentaron más allá de lo recomendable, entre ellas la española y la irlandesa, dos de las que más están sufriendo ahora por haberse pasado de rosca.
Pero volvamos a nuestro estimado Leijonhufvud, que no le tiene demasiada simpatía a las metas de inflación ni a la independencia del BCE. Según lo que repasamos por acá, la economía moderna es cada vez más wickselliana, gracias a las famosas innovaciones financieras, y eso hace bastante difícil para el Banco Central acertar con la tasa natural de interés, la que mantiene a la economía sin inflación pero creciendo. Lo que también decía Leijonhufvud en ese artículo era que al Banco le puede parecer que no hay inflación y por eso baja la tasa, sin darse cuenta que al mismo tiempo está creando burbujas en otros mercados, pero no decía nada sobre el caso contrario, una tasa más alta que la natural. Por eso, me parece que el sueco se refería en primer lugar a lo que pasó en los EE.UU, donde ahora se culpa a las bajas tasas de interés greenspanianas del descalabro actual.
Pero entonces, la política monetaria un poquito restrictiva del BCE que le da más importancia a la inflación que al crecimiento ¿no estaría haciéndole caso a Leijonhufvud y evitando burbujas en el futuro?
En este blog pretendemos compartir con ustedes nuestros pensamientos sobre finanzas públicas, economía política, politica económica y politica, aclarando como principio que las delimitaciones entre las mencionadas ramas del conocimiento no serán respetadas.
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domingo, 18 de enero de 2009
jueves, 15 de enero de 2009
Independiente es mejor
Lo lindo del banco central independiente y de las metas de inflación es que es mucho más transparente. La política monetaria es más fácil de entender para todo el mundo y además te das cuenta qué es lo que piensa el banco sobre lo que pasa en el mundo y cuál es el esquema de pensamiento con el que se maneja.
Por ejemplo, hoy el BCE bajó la tasa medio punto hasta 2% y el Nationalbank de Dinamarca lo acompañó, pero bajándola de 3,75% a 3%. Como señal del diagnóstico, no debe haber una más clara. Pero después vienen las explicaciones. El Nationalbank dice nomás que la bajó porque lo hizo el BCE, dando por descontado que siguen la política monetaria del Euro.
El BCE cuenta todito. Que la inflación bajó, que las probabilidades de que los precios de los commodities suban o bajen están bastante equilibradas, que hacia el final del año aparecieron signos de recesión por todos lados y que se espera que siga en los próximos trimestres (¿2?). Además, dice que los factores que ponen en peligro el crecimiento son tres: que los efectos de la crisis financiera sobre la economía real sean más fuertes de lo esperado, que se intensifiquen las presiones proteccionistas en el mundo y que los desequilibrios globales se arreglen desordenadamente.
Y al final, insiste en políticas fiscales que dejen jugar a los estabilizadores automáticos y que, al no poner en riesgo la sostenibilidad de largo plazo, tengan en cuenta los intereses de los jóvenes y las generaciones futuras. Una política fiscal insostenible y poco creíble la hace inefectiva, e inutiliza la posibilidad de estimular la economía usando esa herramienta.
Por ejemplo, hoy el BCE bajó la tasa medio punto hasta 2% y el Nationalbank de Dinamarca lo acompañó, pero bajándola de 3,75% a 3%. Como señal del diagnóstico, no debe haber una más clara. Pero después vienen las explicaciones. El Nationalbank dice nomás que la bajó porque lo hizo el BCE, dando por descontado que siguen la política monetaria del Euro.
El BCE cuenta todito. Que la inflación bajó, que las probabilidades de que los precios de los commodities suban o bajen están bastante equilibradas, que hacia el final del año aparecieron signos de recesión por todos lados y que se espera que siga en los próximos trimestres (¿2?). Además, dice que los factores que ponen en peligro el crecimiento son tres: que los efectos de la crisis financiera sobre la economía real sean más fuertes de lo esperado, que se intensifiquen las presiones proteccionistas en el mundo y que los desequilibrios globales se arreglen desordenadamente.
Y al final, insiste en políticas fiscales que dejen jugar a los estabilizadores automáticos y que, al no poner en riesgo la sostenibilidad de largo plazo, tengan en cuenta los intereses de los jóvenes y las generaciones futuras. Una política fiscal insostenible y poco creíble la hace inefectiva, e inutiliza la posibilidad de estimular la economía usando esa herramienta.
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martes, 7 de octubre de 2008
Historia futurista
Gracias a uno de esos blogs buenos pero intermitentes, que se llama La Jactancia de los Intelectuales y está escrito por un joven (¿?) economista amante de la literatura, llegué a este artículo de Fanelli publicado en junio.
Desgraciadamente el artículo está en inglés y vaya uno a saber si existe en su versión castellana, pero empieza por una revisión de la situación económica y de las posibles soluciones, tal como se presentaba la historia a principios de junio: un boom de los precios de los bienes primarios que parecía interminable o, por lo menos, sostenible.
Lo mejor del artículo, sin embargo, está en la parte final. Fanelli concluye que dadas la situación, los problemas del momento y las medidas tomadas hasta ahí, el gobierno estaba haciendo todo al revés, justo lo contrario de lo que se necesitaría hacer, "lo mismo que haría un idiota", dice, o alguien totalmente irracional.
Pero entonces nos dice que, como economista, no puede nomás asumir que la gente actúe irracionalmente, y que como la política económica implementada hasta ahí no puede de ninguna manera verse como una política racional que maximice el impacto del, hoy ya histórico, shock positivo sobre el desarrollo, la mejor forma de volver a la racionalidad es asumir que ése no es el verdadero objetivo del gobierno. Y se le ocurre un objetivo que parece ser coherente con la situación: que el gobierno esté usando la mejora en los términos de intercambio para maximizar su propio poder político, algo a lo que Lindahl ya hizo referencia en alguna que otra ocasión.
(Lindahl, yo sé que hay ocasiones mejores que las que linkeé, pero ayúdeme a encontrarlas, este blog se está convirtiendo en un arcón sin fondo).
Fanelli sigue, diciendo que en épocas de shocks se crea y se destruye riqueza y se crean y se destruyen derechos de propiedad. Llegar a un nuevo consenso con respecto a la distribución de esa riqueza y a la nueva estructura de esos derechos de propiedad, y donde además se maximice el bienestar y no se pongan en peligro los incentivos económicos necesarios para el desarrollo del país depende del equilibrio entre los actores políticos y también de la calidad de las instituciones. El problema, entonces, es político y la conclusión es maravillosa: cuanto menores sean la ambición y la codicia políticas, mayor es la probabilidad de que todos se beneficien.
Hoy ya no sabemos si esa gran oportunidad de crecer de la que hablaba Fanelli sigue en pie, pero la conclusión sigue siendo igual o quizás hasta aún más válida, cuanto menor sea la codicia política, mayor será la probabilidad de que los que más lo necesitan no sean los que más pierdan.
Desgraciadamente el artículo está en inglés y vaya uno a saber si existe en su versión castellana, pero empieza por una revisión de la situación económica y de las posibles soluciones, tal como se presentaba la historia a principios de junio: un boom de los precios de los bienes primarios que parecía interminable o, por lo menos, sostenible.
Lo mejor del artículo, sin embargo, está en la parte final. Fanelli concluye que dadas la situación, los problemas del momento y las medidas tomadas hasta ahí, el gobierno estaba haciendo todo al revés, justo lo contrario de lo que se necesitaría hacer, "lo mismo que haría un idiota", dice, o alguien totalmente irracional.
Pero entonces nos dice que, como economista, no puede nomás asumir que la gente actúe irracionalmente, y que como la política económica implementada hasta ahí no puede de ninguna manera verse como una política racional que maximice el impacto del, hoy ya histórico, shock positivo sobre el desarrollo, la mejor forma de volver a la racionalidad es asumir que ése no es el verdadero objetivo del gobierno. Y se le ocurre un objetivo que parece ser coherente con la situación: que el gobierno esté usando la mejora en los términos de intercambio para maximizar su propio poder político, algo a lo que Lindahl ya hizo referencia en alguna que otra ocasión.
(Lindahl, yo sé que hay ocasiones mejores que las que linkeé, pero ayúdeme a encontrarlas, este blog se está convirtiendo en un arcón sin fondo).
Fanelli sigue, diciendo que en épocas de shocks se crea y se destruye riqueza y se crean y se destruyen derechos de propiedad. Llegar a un nuevo consenso con respecto a la distribución de esa riqueza y a la nueva estructura de esos derechos de propiedad, y donde además se maximice el bienestar y no se pongan en peligro los incentivos económicos necesarios para el desarrollo del país depende del equilibrio entre los actores políticos y también de la calidad de las instituciones. El problema, entonces, es político y la conclusión es maravillosa: cuanto menores sean la ambición y la codicia políticas, mayor es la probabilidad de que todos se beneficien.
Hoy ya no sabemos si esa gran oportunidad de crecer de la que hablaba Fanelli sigue en pie, pero la conclusión sigue siendo igual o quizás hasta aún más válida, cuanto menor sea la codicia política, mayor será la probabilidad de que los que más lo necesitan no sean los que más pierdan.
miércoles, 1 de octubre de 2008
La recesión que sigue sin venir
En las Europas posiblemente haya una recesión en camino, pero todavía se nota muy poco y quizás ni siquiera se convierta en recesión. Mirando los últimos datos de crecimiento del PIB, que son del segundo trimestre y se publicaron hace un mes, se ve que hubo una caída entre el primer y el segundo trimestre del 0,2% pero después de tres trimestres seguidos de crecimiento a por lo menos un 0,5% intertrimestral, lo que es más que respetable para un anciano continente. Por su parte, las tasas interanuales fueron de 2,9%, 2,5%, 2,3% y 1,6% en los últimos cuatro trimestres. Considerando que el crecimiento potencial es de alrededor del 2%, tampoco parece bastante preocupante, aunque la desaceleración es visible.
Pero pongamos las cosas en perspectiva. Por un lado, durante los últimos dos o tres años Europa venía creciendo por encima de su potencial, por otro, vamos, la UE incluye a algunos de los países más ricos del planeta, así que por más que no crezcan durante uno o dos años, tan grave no va a ser y ningún país europeo va a perder demasiadas posiciones en ninguna de las escalas con las que se mide el bienestar económico de los países.
Después de una vida como economista, yo he llegado a la conclusión que en el caso de los países desarrollados, toda esta obsesión por el crecimiento económico sólo se justifica por sus consecuencias sobre el empleo. El problema más grave con las recesiones y las desaceleraciones es la gente que se queda sin trabajo y no que la venta de Porsches 911 caiga el 44% en un año. En ese sentido, las Europas tienen una historia bastante triste y bastante mala fama. Pero años de reformas estructurales están dando resultado. En los últimos 10 años en Europa se crearon más de 20 millones de empleos, la tasa de empleo subió del 60% al 65% y la de desempleo bajó de casi el 10% a un poco más del 7%. En todo el último año, desde que comenzó la crisis financiera, el desempleo siguió bajando y el empleo creciendo. Aún en España, el país al que más golpea la crisis en el mercado de trabajo, pese a que el desempleo sube, se sigue creando empleo.
A lo mejor no dura, no, y se empieza a notar la crisis en el mercado de trabajo. ¿Y entonces? Europa sigue teniendo los mejores sistemas de protección social del planeta y aunque la gente se quede sin trabajo y tenga que bajar su nivel de vida, no se queda totalmente sin ningún tipo de ingreso, lo que aminorará el efecto de la crisis. No es lo mismo que 2%, 3%, o 5% de la población activa se quede en la calle a que reciba algún tipo de ingreso alternativo que le ayude a capear el temporal. ¿Que eso le cuesta plata al erario público? De eso trata la política contracíclica, al final de cuentas, y los países que están mejor parados para dejar jugar a los estabilizadores automáticos son los que hicieron los deberes durante los años de bonanza mejorando las cuentas públicas: los nórdicos, Holanda, Austria, Alemania y España, sobre todo. Los que se las van a ver un poco más justas son Italia y Francia, y por eso mismo los más gritones.
Mientras tanto, la crisis financiera tocó a Europa y en la Belgique ya salvaron a dos bancos. Irlanda decidió garantizar los depósitos en los bancos irlandeses y mientras yo tenía que convencer a mi marido que no mandara nuestros ahorros a Irlanda iniciando así una corrida bancaria, me enteraba que en la UE existe una garantía mínima de 20.000 euros pero que después los países pueden mejorarla a discreción. Al mismo tiempo, los bancos extranjeros en la verde isla donde llueve en continuado empezaron a los gritos porque la medida crea una distorsión feroz en el mercado y los discrimina, así que se quejaron ante el gobierno de Irlanda y la Comisión Europea al mismo tiempo. Tienen razón, ya que como dice un grupo de economistas europólogos en esta carta abierta, una crisis única como esta no se soluciona con medidas aisladas sino con una respuesta sistémica a nivel europeo y mundial.
Los firmantes de la carta abierta adjudican la falta de soluciones hasta el momento, no a la falta de comprensión sobre las causas y efectos de la crisis, sino a una falta de voluntad política. En esto me parece que se equivocan, pero yo soy una optimista sin remedio. En los próximos días va a haber una seguidilla de cumbres y reuniones para decidir lo que se hace y desde Finanzas Públicas seguiremos informando.
Y si la UE consigue resolver el drama financiero en forma conjunta y evitar que la crisis financiera se convierta en una crisis de la economía real, se terminará de mostrar como el mejor proyecto político de la historia y el Euro alcanzará su mayoría de edad, con sólo diez años encima.
Pero pongamos las cosas en perspectiva. Por un lado, durante los últimos dos o tres años Europa venía creciendo por encima de su potencial, por otro, vamos, la UE incluye a algunos de los países más ricos del planeta, así que por más que no crezcan durante uno o dos años, tan grave no va a ser y ningún país europeo va a perder demasiadas posiciones en ninguna de las escalas con las que se mide el bienestar económico de los países.
Después de una vida como economista, yo he llegado a la conclusión que en el caso de los países desarrollados, toda esta obsesión por el crecimiento económico sólo se justifica por sus consecuencias sobre el empleo. El problema más grave con las recesiones y las desaceleraciones es la gente que se queda sin trabajo y no que la venta de Porsches 911 caiga el 44% en un año. En ese sentido, las Europas tienen una historia bastante triste y bastante mala fama. Pero años de reformas estructurales están dando resultado. En los últimos 10 años en Europa se crearon más de 20 millones de empleos, la tasa de empleo subió del 60% al 65% y la de desempleo bajó de casi el 10% a un poco más del 7%. En todo el último año, desde que comenzó la crisis financiera, el desempleo siguió bajando y el empleo creciendo. Aún en España, el país al que más golpea la crisis en el mercado de trabajo, pese a que el desempleo sube, se sigue creando empleo.
A lo mejor no dura, no, y se empieza a notar la crisis en el mercado de trabajo. ¿Y entonces? Europa sigue teniendo los mejores sistemas de protección social del planeta y aunque la gente se quede sin trabajo y tenga que bajar su nivel de vida, no se queda totalmente sin ningún tipo de ingreso, lo que aminorará el efecto de la crisis. No es lo mismo que 2%, 3%, o 5% de la población activa se quede en la calle a que reciba algún tipo de ingreso alternativo que le ayude a capear el temporal. ¿Que eso le cuesta plata al erario público? De eso trata la política contracíclica, al final de cuentas, y los países que están mejor parados para dejar jugar a los estabilizadores automáticos son los que hicieron los deberes durante los años de bonanza mejorando las cuentas públicas: los nórdicos, Holanda, Austria, Alemania y España, sobre todo. Los que se las van a ver un poco más justas son Italia y Francia, y por eso mismo los más gritones.
Mientras tanto, la crisis financiera tocó a Europa y en la Belgique ya salvaron a dos bancos. Irlanda decidió garantizar los depósitos en los bancos irlandeses y mientras yo tenía que convencer a mi marido que no mandara nuestros ahorros a Irlanda iniciando así una corrida bancaria, me enteraba que en la UE existe una garantía mínima de 20.000 euros pero que después los países pueden mejorarla a discreción. Al mismo tiempo, los bancos extranjeros en la verde isla donde llueve en continuado empezaron a los gritos porque la medida crea una distorsión feroz en el mercado y los discrimina, así que se quejaron ante el gobierno de Irlanda y la Comisión Europea al mismo tiempo. Tienen razón, ya que como dice un grupo de economistas europólogos en esta carta abierta, una crisis única como esta no se soluciona con medidas aisladas sino con una respuesta sistémica a nivel europeo y mundial.
Los firmantes de la carta abierta adjudican la falta de soluciones hasta el momento, no a la falta de comprensión sobre las causas y efectos de la crisis, sino a una falta de voluntad política. En esto me parece que se equivocan, pero yo soy una optimista sin remedio. En los próximos días va a haber una seguidilla de cumbres y reuniones para decidir lo que se hace y desde Finanzas Públicas seguiremos informando.
Y si la UE consigue resolver el drama financiero en forma conjunta y evitar que la crisis financiera se convierta en una crisis de la economía real, se terminará de mostrar como el mejor proyecto político de la historia y el Euro alcanzará su mayoría de edad, con sólo diez años encima.
lunes, 28 de abril de 2008
Dopaminas forzadas
Voy a confesar la razón de mi amargura con este gobierno, porque sino parezco una protestona recalcitrante.
Si bien es más fácil decirlo que hacerlo, la situación en la que el país está ahora se podría haber evitado con un buen manejo del ciclo económico, lo que suele ser el objetivo de las políticas económicas. La idea es evitar las fluctuaciones exageradas a fin de potenciar el crecimiento de largo plazo. En el caso actual, da toda la impresión que la economía lleva por lo menos dos años creciendo por encima de su potencial, que el potencial no aumenta, porque para eso tiene que mejorar la oferta de factores – capital y trabajo – y la infraestructura, y que cuando uno sigue dándole impulso, sea este monetario o fiscal, a una economía que crece por encima de su potencial, se recalienta. Los signos de una economía recalentada son los cuellos de botella y, claro, las presiones inflacionarias. Eso pasa porque se está consumiendo, invirtiendo, exportando, o todo eso junto, bastante por encima de la capacidad de producción o, lo que es lo mismo, porque la oferta global de la economía es inferior a la demanda. Si la inflación se sale de cauce, el resultado final es que la economía se termina frenando a la fuerza, se produce una recesión, aumenta el desempleo y nos encontramos en el medio de todas las miserias. Es lo que los economistas llamamos la resaca del recalentamiento.
Aunque alguna gente se niegue a reconocerlo, la ley de la oferta y la demanda se sigue cumpliendo pese a todo. En el mercado de bienes, si en la economía se demandan más bienes de los que ésta está en condiciones de producir, suben los precios. En el mercado de trabajo, si la economía demanda más trabajadores de los que hay, los salarios tienden a subir. Así que analicemos lo que pasa en cada uno de los dos mercados.
En el mercado de bienes, cuando suben los precios, los empresarios tienen un incentivo para invertir y aumentar su producción, a no ser que exista alguna distorsión que los desincentive. Desincentivos para invertir no es justamente lo que suele faltar en Argentina. La historia, nomás, ya es un desincentivo suficiente. Agregarle gritos, controles de precios, impuestos desorbitados y malos tratos no lo arregla. Si los empresarios no invierten, aumentan las presiones inflacionarias, porque al no aumentar la producción, la oferta de bienes no alcanza a satisfacer la demanda. En una economía abierta, aumentaría la importación de bienes, lo que después de un cierto período de tiempo terminaría deteriorando la cuenta corriente, lo que no queremos, porque Argentina para crecer necesita exportar más de lo que importa. Y como necesita exportar más de lo que importa, y al mismo tiempo los argentinos también tienen que vivir, necesita producir más.
Por el lado del mercado de trabajo, pasa más o menos lo mismo. Cuando aumenta la demanda de trabajo y hay recursos ociosos porque hay desempleo, aumenta el empleo y ya está. En cuanto no hay más gente desempleada, el salario empieza a aumentar. Cierto, en Argentina todavía hay un montón de gente sin trabajo, pero hay una enorme masa de gente que no está en condiciones de ingresar a ningún mercado de trabajo porque ni siquiera tienen las calificaciones mínimas necesarias para participar en un mercado de trabajo moderno. La única forma de solucionar eso es a través de la educación y la formación. Un país que lleva años desinvirtiendo en eso, no puede esperar ningún milagro. La tasa natural de desempleo en Argentina es altísima por culpa de la falta de educación de la gente y el desajuste consiguiente entre la oferta y la demanda de trabajo. Si el desempleo está por debajo de esa "tasa natural", la economía alcanza el pleno empleo mucho antes de alcanzarlo en realidad, las presiones salariales aumentan y con ellas la inflación. No hace falta crecer a marchas forzadas para disminuir el desempleo, porque sin más educación va a haber pobres sin trabajo de aquí hasta el fin de la historia.
Lo normal si uno quiere seguir creciendo sin que la economía se recaliente es intentar aumentar el crecimiento potencial, que es lo mismo que decir la capacidad de crecer, de la economía, lo que se hace de dos formas a) educando a la gente para que aumente la oferta de trabajo calificado y b) incentivando la inversión. Si uno intenta hacerla crecer a la fuerza, al final, explota.
Eso es lo que no entiende Kirchner y sí entendía Lousteau (y Lavagna, y Miceli, y Peirano, y Prat-Gay, y Kiguel, y Bein, y Lo Vuolo, y Lozano, y Altamira, y Lindahl, y yo….). Forzar un recalentamiento es de locos.
A ver si ahora lo termina entendiendo Musgrave, también, y se me deja de hablar de enfriamiento como si fuera una mala palabra. Al final, una economía recalentada se enfría sola, a la fuerza, y la resaca del día después suele ser de lo más fea. Igual, yo me temo que a esta altura ya sea tarde para evitarla. Pero, bueno, la verdad es que soy demasiado sensible a los alcoholes, sobre todo cuando mezclo.
Si bien es más fácil decirlo que hacerlo, la situación en la que el país está ahora se podría haber evitado con un buen manejo del ciclo económico, lo que suele ser el objetivo de las políticas económicas. La idea es evitar las fluctuaciones exageradas a fin de potenciar el crecimiento de largo plazo. En el caso actual, da toda la impresión que la economía lleva por lo menos dos años creciendo por encima de su potencial, que el potencial no aumenta, porque para eso tiene que mejorar la oferta de factores – capital y trabajo – y la infraestructura, y que cuando uno sigue dándole impulso, sea este monetario o fiscal, a una economía que crece por encima de su potencial, se recalienta. Los signos de una economía recalentada son los cuellos de botella y, claro, las presiones inflacionarias. Eso pasa porque se está consumiendo, invirtiendo, exportando, o todo eso junto, bastante por encima de la capacidad de producción o, lo que es lo mismo, porque la oferta global de la economía es inferior a la demanda. Si la inflación se sale de cauce, el resultado final es que la economía se termina frenando a la fuerza, se produce una recesión, aumenta el desempleo y nos encontramos en el medio de todas las miserias. Es lo que los economistas llamamos la resaca del recalentamiento.
Aunque alguna gente se niegue a reconocerlo, la ley de la oferta y la demanda se sigue cumpliendo pese a todo. En el mercado de bienes, si en la economía se demandan más bienes de los que ésta está en condiciones de producir, suben los precios. En el mercado de trabajo, si la economía demanda más trabajadores de los que hay, los salarios tienden a subir. Así que analicemos lo que pasa en cada uno de los dos mercados.
En el mercado de bienes, cuando suben los precios, los empresarios tienen un incentivo para invertir y aumentar su producción, a no ser que exista alguna distorsión que los desincentive. Desincentivos para invertir no es justamente lo que suele faltar en Argentina. La historia, nomás, ya es un desincentivo suficiente. Agregarle gritos, controles de precios, impuestos desorbitados y malos tratos no lo arregla. Si los empresarios no invierten, aumentan las presiones inflacionarias, porque al no aumentar la producción, la oferta de bienes no alcanza a satisfacer la demanda. En una economía abierta, aumentaría la importación de bienes, lo que después de un cierto período de tiempo terminaría deteriorando la cuenta corriente, lo que no queremos, porque Argentina para crecer necesita exportar más de lo que importa. Y como necesita exportar más de lo que importa, y al mismo tiempo los argentinos también tienen que vivir, necesita producir más.
Por el lado del mercado de trabajo, pasa más o menos lo mismo. Cuando aumenta la demanda de trabajo y hay recursos ociosos porque hay desempleo, aumenta el empleo y ya está. En cuanto no hay más gente desempleada, el salario empieza a aumentar. Cierto, en Argentina todavía hay un montón de gente sin trabajo, pero hay una enorme masa de gente que no está en condiciones de ingresar a ningún mercado de trabajo porque ni siquiera tienen las calificaciones mínimas necesarias para participar en un mercado de trabajo moderno. La única forma de solucionar eso es a través de la educación y la formación. Un país que lleva años desinvirtiendo en eso, no puede esperar ningún milagro. La tasa natural de desempleo en Argentina es altísima por culpa de la falta de educación de la gente y el desajuste consiguiente entre la oferta y la demanda de trabajo. Si el desempleo está por debajo de esa "tasa natural", la economía alcanza el pleno empleo mucho antes de alcanzarlo en realidad, las presiones salariales aumentan y con ellas la inflación. No hace falta crecer a marchas forzadas para disminuir el desempleo, porque sin más educación va a haber pobres sin trabajo de aquí hasta el fin de la historia.
Lo normal si uno quiere seguir creciendo sin que la economía se recaliente es intentar aumentar el crecimiento potencial, que es lo mismo que decir la capacidad de crecer, de la economía, lo que se hace de dos formas a) educando a la gente para que aumente la oferta de trabajo calificado y b) incentivando la inversión. Si uno intenta hacerla crecer a la fuerza, al final, explota.
Eso es lo que no entiende Kirchner y sí entendía Lousteau (y Lavagna, y Miceli, y Peirano, y Prat-Gay, y Kiguel, y Bein, y Lo Vuolo, y Lozano, y Altamira, y Lindahl, y yo….). Forzar un recalentamiento es de locos.
A ver si ahora lo termina entendiendo Musgrave, también, y se me deja de hablar de enfriamiento como si fuera una mala palabra. Al final, una economía recalentada se enfría sola, a la fuerza, y la resaca del día después suele ser de lo más fea. Igual, yo me temo que a esta altura ya sea tarde para evitarla. Pero, bueno, la verdad es que soy demasiado sensible a los alcoholes, sobre todo cuando mezclo.
viernes, 21 de marzo de 2008
¿Encrucijada?
Pasan tantas cosas en el mundo que a una le cuesta muchísimo poner en orden sus ideas al respecto. Primero tendría que aclarar, aunque mucha falta no debe hacer a esta altura, que desde el principio fui optimista. La crisis puede ser que pegue grave en los EE.UU. pero no tanto en el resto del mundo. E imaginándose posibles escenarios, ninguno resulta tan terrible, al fin de cuentas.
Es bastante claro que el resultado de la crisis se va a decidir por lo que pase en las economías más grandes del mundo, los EEUU y las Europas. Japón parece estar medio aislado de todo, en una especie de ensimismamiento del que no sale hace como 10 años, y la China viene con tanto envión que para pararla haría falta una explosión nuclear.
¿Cuál es el origen de tantas calamidades? Como dije en uno de los comentarios a éste post, posiblemente la economía mundial esté recalentada, lo que quiere decir que está consumiendo por encima de sus posibilidades. El país que claramente consumía demasiado eran los EEUU. Sus déficit gemelos lo dejan bastante claro. ¿Quién financiaba el déficit? Todos los países que atesoraban dólares y bonos norteamericanos.
Pero hay un detalle que se nos escapa a muchos (aunque no a todos) cuando pensamos que el déficit de un país es el superávit de otro, o de otros. Cuando la moneda de un país sirve de reserva de valor en todo el mundo, ese país puede financiar parte de su déficit con los ingresos del seignorage, esto es, emitiendo moneda que será guardada en los cofres de los bancos centrales de otros países sin demasiados efectos inflacionarios.
Pero eso requiere ser equilibrado, prudente y no exagerar aprovechándose de esa ventaja, porque al exagerar se arruina lo único que hace que una moneda tenga valor, la confianza. El dólar era un activo de valor porque la política monetaria de la FED era responsable. Si ésta deja de serlo –y esa es mi impresión sobre la política monetaria actual– no hay Banco Central de ningún país, por más emergente que sea, que quiera guardar un activo que se deprecia.
¿Qué puede pasar, entonces? El dólar se deprecia, los norteamericanos son más pobres pero el resto del mundo (los que no tienen su moneda pegada al dólar) más rico. Los yanquis gastan menos, pero los otros pueden gastar más. Caen las importaciones norteamericanas, pero aumentan sus exportaciones. Al fin de cuentas es el país con la economía más dinámica del mundo y tendría que poder reaccionar. El ingreso norteamericano se mantiene. A la larga, todo vuelve al equilibrio, quizás hasta uno mejor que el actual, donde los norteamericanos, relativamente más pobres que antes, gastan un poco menos como proporción del gasto mundial.
Mientras tanto, a mí me cuesta entender a los que insisten en que el BCE tendría que bajar la tasa de referencia. Justo antes de la crisis financiera, la idea del BCE era subir las tasas, no bajarlas. Los que están pagando hipotecas ya descontaban el aumento y se empezaban a ajustar los cinturones, cuando pasó lo que pasó en los EE.UU. y las tasas quedaron como estaban. Si uno considera que la política monetaria del BCE estaba siendo un poco laxa hasta el momento y que la inflación venía en aumento, ese ajuste esperado que no llegó nunca implica que la política monetaria sigue siendo si no expansiva por lo menos neutral. Y así, el ingreso disponible de los propietarios no se ve afectado demasiado.
En cuanto a la Argentina, cuando pasan cosas como éstas uno desearía que la política económica se hiciera más seriamente. El país tuvo 5 años de bonanza y en ese tiempo no se hizo ninguna reforma estructural de relevancia. La estructura de impuestos y beneficios sigue necesitando una reforma, el mercado de trabajo, otro tanto. Además, a la política fiscal le siguen faltando los estabilizadores automáticos por el lado del gasto de los que hablábamos por aquí. En caso de que sí hubiera crisis y de que sí llegara a la Argentina –y eso, hoy por hoy, no lo sabe nadie– el país sigue tan vulnerable como siempre. Como de costumbre, la crisis le pegará más duro a las clases más desamparadas; todavía no se hizo gran cosa para protegerlas de las inclemencias económicas. Y eso, por ahora, no parece estar en la agenda de nadie.
En otro orden de cosas, este blog pasó hoy las 50.000 visitas. Querría haber podido ilustrarlo con una fotito del evento, pero algún visitante se me coló, a las 7.36 de la mañana, entre la visita
y la
.
Es bastante claro que el resultado de la crisis se va a decidir por lo que pase en las economías más grandes del mundo, los EEUU y las Europas. Japón parece estar medio aislado de todo, en una especie de ensimismamiento del que no sale hace como 10 años, y la China viene con tanto envión que para pararla haría falta una explosión nuclear.
¿Cuál es el origen de tantas calamidades? Como dije en uno de los comentarios a éste post, posiblemente la economía mundial esté recalentada, lo que quiere decir que está consumiendo por encima de sus posibilidades. El país que claramente consumía demasiado eran los EEUU. Sus déficit gemelos lo dejan bastante claro. ¿Quién financiaba el déficit? Todos los países que atesoraban dólares y bonos norteamericanos.
Pero hay un detalle que se nos escapa a muchos (aunque no a todos) cuando pensamos que el déficit de un país es el superávit de otro, o de otros. Cuando la moneda de un país sirve de reserva de valor en todo el mundo, ese país puede financiar parte de su déficit con los ingresos del seignorage, esto es, emitiendo moneda que será guardada en los cofres de los bancos centrales de otros países sin demasiados efectos inflacionarios.
Pero eso requiere ser equilibrado, prudente y no exagerar aprovechándose de esa ventaja, porque al exagerar se arruina lo único que hace que una moneda tenga valor, la confianza. El dólar era un activo de valor porque la política monetaria de la FED era responsable. Si ésta deja de serlo –y esa es mi impresión sobre la política monetaria actual– no hay Banco Central de ningún país, por más emergente que sea, que quiera guardar un activo que se deprecia.
¿Qué puede pasar, entonces? El dólar se deprecia, los norteamericanos son más pobres pero el resto del mundo (los que no tienen su moneda pegada al dólar) más rico. Los yanquis gastan menos, pero los otros pueden gastar más. Caen las importaciones norteamericanas, pero aumentan sus exportaciones. Al fin de cuentas es el país con la economía más dinámica del mundo y tendría que poder reaccionar. El ingreso norteamericano se mantiene. A la larga, todo vuelve al equilibrio, quizás hasta uno mejor que el actual, donde los norteamericanos, relativamente más pobres que antes, gastan un poco menos como proporción del gasto mundial.
Mientras tanto, a mí me cuesta entender a los que insisten en que el BCE tendría que bajar la tasa de referencia. Justo antes de la crisis financiera, la idea del BCE era subir las tasas, no bajarlas. Los que están pagando hipotecas ya descontaban el aumento y se empezaban a ajustar los cinturones, cuando pasó lo que pasó en los EE.UU. y las tasas quedaron como estaban. Si uno considera que la política monetaria del BCE estaba siendo un poco laxa hasta el momento y que la inflación venía en aumento, ese ajuste esperado que no llegó nunca implica que la política monetaria sigue siendo si no expansiva por lo menos neutral. Y así, el ingreso disponible de los propietarios no se ve afectado demasiado.
En cuanto a la Argentina, cuando pasan cosas como éstas uno desearía que la política económica se hiciera más seriamente. El país tuvo 5 años de bonanza y en ese tiempo no se hizo ninguna reforma estructural de relevancia. La estructura de impuestos y beneficios sigue necesitando una reforma, el mercado de trabajo, otro tanto. Además, a la política fiscal le siguen faltando los estabilizadores automáticos por el lado del gasto de los que hablábamos por aquí. En caso de que sí hubiera crisis y de que sí llegara a la Argentina –y eso, hoy por hoy, no lo sabe nadie– el país sigue tan vulnerable como siempre. Como de costumbre, la crisis le pegará más duro a las clases más desamparadas; todavía no se hizo gran cosa para protegerlas de las inclemencias económicas. Y eso, por ahora, no parece estar en la agenda de nadie.
En otro orden de cosas, este blog pasó hoy las 50.000 visitas. Querría haber podido ilustrarlo con una fotito del evento, pero algún visitante se me coló, a las 7.36 de la mañana, entre la visita


domingo, 16 de marzo de 2008
La recesión que no es
Tanto escándalo, y la verdad es que yo no veo recesión por ningún lado. Si alguien ve algo que a mí se me escapa, avisen.
martes, 11 de marzo de 2008
Recesión mundial
Una verdad acaba de serme revelada. Por más extraño que parezca, he llegado a la conclusión de que si la Belgique no entra en recesión, o secesión, el mundo zafa.
¡Ah! El aleteo de la mariposa siempre tiene esos efectos medio raros.
¡Ah! El aleteo de la mariposa siempre tiene esos efectos medio raros.
martes, 4 de marzo de 2008
Cultura general
Con este post contribuimos a la pequeña serie de Rollo sobre las burradas que creen los norteamericanos, que tienen muchos premios Nobel pero poca cultura general.
Del blog de Mankiw, copiado así nomás y sin ninguna vergüenza para que los links no den trabajo:
Me llevé una flor de sorpresa con el país que está en el lugar 32 en la lista ordenada por PIB nominal y en el lugar 19 cuando se ajusta por PPP, versión FMI.
Del blog de Mankiw, copiado así nomás y sin ninguna vergüenza para que los links no den trabajo:
A new Gallup poll:By contrast, check out this GDP ranking (or, if you prefer, the PPP-adjusted ranking)."Which one of the following do you think is the leading economic power in the world today?"
China: 40 percent
The United States: 33 percent
Japan: 13 percent
The European Union: 7 percent
India: 2 percent
Russia: 2 percent
Me llevé una flor de sorpresa con el país que está en el lugar 32 en la lista ordenada por PIB nominal y en el lugar 19 cuando se ajusta por PPP, versión FMI.
jueves, 14 de febrero de 2008
Consenso se escribe con "s"
La primera vez que escuché hablar del Consenso de Washington fue en un curso de Desarrollo Económico que seguí en Dinamarca. El profesor se reía un poquito mientras lo comentaba y decía: "Bueno, todo esto a nosotros nos parece nada más que sentido común –sund fornuft, decía el tipo– pero en muchos países sería revolucionario". Entonces, a principio de los '90, el Consenso de Washington era sentido común en Dinamarca, uno de los paraísos igualitarios del mundo civilizado, y en esa clase yo no escuché absolutamente nada de neoliberalismo.
El caso es que había listas sobre lo que constituía el Consenso de Washington por todos lados y en montones de libros y de artículos y nunca me preocupé demasiado por enterarme de dónde había salido el término hasta que hace unos días Musgrave me desasnó y me pasó un artículo del inventor de la expresión, donde éste hace una especie de recapitulación de su contenido y significado unos cuantos años después.
En el mismo sitio se encuentra el artículo con la versión inicial del Consenso y debo confesar que después de leerlo, me quedé pensando que la mitad de las discusiones entre los economistas deben aparecer por problemas de comunicación o malentendidos.
Para empezar, tendríamos que recordar lo que quiere decir la palabra "consenso". La definición de la RAE dice:
consenso.
(Del lat. consensus).
1. m. Acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos.
Y el Consenso de Washington era eso, una especie de acuerdo que surgió nada más y nada menos que en una conferencia sobre la Reconstrucción Económica de América Latina organizada por la Fundação Getúlio Vargas en agosto del '89 en Río de Janeiro. Esto es, en un momento en que parecía que la Argentina se desmoronaba y justo al final de lo que terminó llamándose la década perdida de América Latina. El Consenso de Washington se escribió especialmente para América Latina en esa circunstancia de parálisis y lo más raro de todo es que terminó como una receta que supuestamente se podía aplicar a todo el mundo y, además, como un ejemplo de políticas neoliberales en su peor expresión. Hasta los altermondialistes franceses dicen malas palabras en contra del Consenso de Washington cada vez que piden más protección para los trabajadores de La France.
Leyendo el artículo donde Williamson presenta su Consenso lo que vemos es lo que decía mi profesor: un conjunto de políticas que para cualquier economista normal y moderado son nada más que sentido común. Es más, la mayoría de las 10 propuestas del Consenso vienen con aclaraciones que decididamente las alejan del neoliberalismo, normalmente identificado con las escuelas de la economía de la oferta o de los ciclos económicos reales, dos escuelas cuyas recomendaciones tratan de evitar por todos los medios la injerencia del Estado en la economía.
Los puntos del Consenso están en el cuadro que sigue, al que saqué del último libro de Dani Rodrik, que también tiene algo que decir al respecto. En la primera parte del cuadro están los puntos del Consenso original, en la segunda, diez puntos adicionales que se fueron agregando gracias a los años, las discusiones y las críticas.

En lo que sigue repasaré a vuelo de pájaro los 10 principios originales con sus respectivas salvedades y calificaciones para que se vea un poco de qué se trataba y mejorar su reputación.
Si empezamos por la disciplina fiscal y la reorientación del gasto público, hay que reconocer que todo es bastante moderado, en ningún momento se recomienda bajar el gasto ni reducir la participación del Estado en la economía. Sin embargo, lo que sí se recomienda es mantener el equilibrio fiscal y reorientar el gasto para hacerlo más eficiente y más justo.
Con respecto a las reformas impositivas, la propuesta es también de lo más razonable: bases impositivas amplias y tipos impositivos marginales moderados. Aunque hay un detalle bastante revolucionario: ponerle impuestos a los capitales fugados. ¿Es eso neoliberal?
La de las tasas de interés debe ser la recomendación más pro-mercado de todas. Para evitar una mala asignación del crédito dice que es mejor que las determine el mercado. Además, tendrían que ser moderadamente positivas para estimular la inversión pero no la fuga de capitales. Reconozcamos que, cuando funciona, nada asigna mejor que el mercado, pero que el mercado de capitales en Latinoamérica es bastante restringido.
Lo del tipo de cambio es otra recomendación llamativamente razonable. La idea es que sea lo suficientemente competitivo como para promover exportaciones pero no más que eso, para no crear presiones inflacionarias ni desincentivar la inversión. Williamson define un concepto al que llama tipo de cambio de equilibrio fundamental que sería el tipo de cambio real que permite crecer a las exportaciones para que la economía crezca a su tasa de crecimiento potencial. Nada de retrasos cambiarios ni convertibilidades ni liberación total de los flujos de capital en el Consenso.
En cuanto a la política comercial, la idea a fines de los 80 era que para crecer había que promover exportaciones pero, al mismo tiempo, liberalizar las importaciones. Yo he escuchado asociar Washington a la expresión “apertura indiscriminada”. Pues no, la recomendación de Williamson es una apertura relativa, abandonando las restricciones cuantitativas e imponiendo tarifas moderadas con exenciones a la importación de insumos necesarios para la producción de bienes exportables.
La parte sobre inversión extranjera directa refleja un poco la ironía con la que mira Williamson a la política norteamericana pero además deja claras dos cosas: que la liberalización de los flujos de capital y la IED son dos cosas distintas y que restringir el acceso de esta última es una tontería en un país que necesita capital y tecnología.
Con respecto a las privatizaciones, el artículo presenta pros y contras. Williamson dice que la visión de Washington era promoverlas a toda costa, la suya propia es mucho más suave; las justifica cuando aumentan el grado de competencia y alivian la situación fiscal, pero presenta razones para preferir en ciertos casos, como por ejemplo en transporte, la empresa pública.
Otra recomendación es la desregulación de la economía. En este blog, Musgrave no se cansa de pedir más y más regulación y lo cierto es que en muchos casos se justifica. Pero hay que reconocer que la Argentina de los años ochenta estaba sobreregulada y que la regulación no era la óptima. La burocracia inútil y las reglas exageradas, omnipresentes e innecesarias le ponen un freno a la actividad económica y desincentivan a la gente, creando un clima de inoperancia.
Y el último es la defensa de los derechos de propiedad. En América Latina, y en muchos países en desarrollo, los derechos de propiedad, sobre todo los de los pobres, no están demasiado protegidos. Asegurarlos tendría dos efectos visibles: uno, que uno cuida más a lo que siente propio, el otro, que permitiría a mucha gente acceder a los mercados de capitales. Sí, el derecho a la propiedad es propio del sistema capitalista, y es fundamental para su existencia, pero de vuelta ¿neoliberal?
Si tengo que decir la verdad, un consenso que dice "Primary education is vastly more relevant than university education, and primary health care (especially preventive treatment) more beneficial to the poor than hospitals in the capital city stuffed with all the latest high-tech medical gadgets", a mí no me parece neoliberal.
En fin, si no leyeron el artículo y odian al Consenso de Washington, se los recomiendo; debe ser uno de los conceptos más injustamente vapuleados de la historia económica y merece una segunda oportunidad.
Además, la crisis argentina del 2001 no ocurrió por hacerle caso. Sirva este post de desagravio.
El caso es que había listas sobre lo que constituía el Consenso de Washington por todos lados y en montones de libros y de artículos y nunca me preocupé demasiado por enterarme de dónde había salido el término hasta que hace unos días Musgrave me desasnó y me pasó un artículo del inventor de la expresión, donde éste hace una especie de recapitulación de su contenido y significado unos cuantos años después.
En el mismo sitio se encuentra el artículo con la versión inicial del Consenso y debo confesar que después de leerlo, me quedé pensando que la mitad de las discusiones entre los economistas deben aparecer por problemas de comunicación o malentendidos.
Para empezar, tendríamos que recordar lo que quiere decir la palabra "consenso". La definición de la RAE dice:
consenso.
(Del lat. consensus).
1. m. Acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos.
Y el Consenso de Washington era eso, una especie de acuerdo que surgió nada más y nada menos que en una conferencia sobre la Reconstrucción Económica de América Latina organizada por la Fundação Getúlio Vargas en agosto del '89 en Río de Janeiro. Esto es, en un momento en que parecía que la Argentina se desmoronaba y justo al final de lo que terminó llamándose la década perdida de América Latina. El Consenso de Washington se escribió especialmente para América Latina en esa circunstancia de parálisis y lo más raro de todo es que terminó como una receta que supuestamente se podía aplicar a todo el mundo y, además, como un ejemplo de políticas neoliberales en su peor expresión. Hasta los altermondialistes franceses dicen malas palabras en contra del Consenso de Washington cada vez que piden más protección para los trabajadores de La France.
Leyendo el artículo donde Williamson presenta su Consenso lo que vemos es lo que decía mi profesor: un conjunto de políticas que para cualquier economista normal y moderado son nada más que sentido común. Es más, la mayoría de las 10 propuestas del Consenso vienen con aclaraciones que decididamente las alejan del neoliberalismo, normalmente identificado con las escuelas de la economía de la oferta o de los ciclos económicos reales, dos escuelas cuyas recomendaciones tratan de evitar por todos los medios la injerencia del Estado en la economía.
Los puntos del Consenso están en el cuadro que sigue, al que saqué del último libro de Dani Rodrik, que también tiene algo que decir al respecto. En la primera parte del cuadro están los puntos del Consenso original, en la segunda, diez puntos adicionales que se fueron agregando gracias a los años, las discusiones y las críticas.
En lo que sigue repasaré a vuelo de pájaro los 10 principios originales con sus respectivas salvedades y calificaciones para que se vea un poco de qué se trataba y mejorar su reputación.
Si empezamos por la disciplina fiscal y la reorientación del gasto público, hay que reconocer que todo es bastante moderado, en ningún momento se recomienda bajar el gasto ni reducir la participación del Estado en la economía. Sin embargo, lo que sí se recomienda es mantener el equilibrio fiscal y reorientar el gasto para hacerlo más eficiente y más justo.
Con respecto a las reformas impositivas, la propuesta es también de lo más razonable: bases impositivas amplias y tipos impositivos marginales moderados. Aunque hay un detalle bastante revolucionario: ponerle impuestos a los capitales fugados. ¿Es eso neoliberal?
La de las tasas de interés debe ser la recomendación más pro-mercado de todas. Para evitar una mala asignación del crédito dice que es mejor que las determine el mercado. Además, tendrían que ser moderadamente positivas para estimular la inversión pero no la fuga de capitales. Reconozcamos que, cuando funciona, nada asigna mejor que el mercado, pero que el mercado de capitales en Latinoamérica es bastante restringido.
Lo del tipo de cambio es otra recomendación llamativamente razonable. La idea es que sea lo suficientemente competitivo como para promover exportaciones pero no más que eso, para no crear presiones inflacionarias ni desincentivar la inversión. Williamson define un concepto al que llama tipo de cambio de equilibrio fundamental que sería el tipo de cambio real que permite crecer a las exportaciones para que la economía crezca a su tasa de crecimiento potencial. Nada de retrasos cambiarios ni convertibilidades ni liberación total de los flujos de capital en el Consenso.
En cuanto a la política comercial, la idea a fines de los 80 era que para crecer había que promover exportaciones pero, al mismo tiempo, liberalizar las importaciones. Yo he escuchado asociar Washington a la expresión “apertura indiscriminada”. Pues no, la recomendación de Williamson es una apertura relativa, abandonando las restricciones cuantitativas e imponiendo tarifas moderadas con exenciones a la importación de insumos necesarios para la producción de bienes exportables.
La parte sobre inversión extranjera directa refleja un poco la ironía con la que mira Williamson a la política norteamericana pero además deja claras dos cosas: que la liberalización de los flujos de capital y la IED son dos cosas distintas y que restringir el acceso de esta última es una tontería en un país que necesita capital y tecnología.
Con respecto a las privatizaciones, el artículo presenta pros y contras. Williamson dice que la visión de Washington era promoverlas a toda costa, la suya propia es mucho más suave; las justifica cuando aumentan el grado de competencia y alivian la situación fiscal, pero presenta razones para preferir en ciertos casos, como por ejemplo en transporte, la empresa pública.
Otra recomendación es la desregulación de la economía. En este blog, Musgrave no se cansa de pedir más y más regulación y lo cierto es que en muchos casos se justifica. Pero hay que reconocer que la Argentina de los años ochenta estaba sobreregulada y que la regulación no era la óptima. La burocracia inútil y las reglas exageradas, omnipresentes e innecesarias le ponen un freno a la actividad económica y desincentivan a la gente, creando un clima de inoperancia.
Y el último es la defensa de los derechos de propiedad. En América Latina, y en muchos países en desarrollo, los derechos de propiedad, sobre todo los de los pobres, no están demasiado protegidos. Asegurarlos tendría dos efectos visibles: uno, que uno cuida más a lo que siente propio, el otro, que permitiría a mucha gente acceder a los mercados de capitales. Sí, el derecho a la propiedad es propio del sistema capitalista, y es fundamental para su existencia, pero de vuelta ¿neoliberal?
Si tengo que decir la verdad, un consenso que dice "Primary education is vastly more relevant than university education, and primary health care (especially preventive treatment) more beneficial to the poor than hospitals in the capital city stuffed with all the latest high-tech medical gadgets", a mí no me parece neoliberal.
En fin, si no leyeron el artículo y odian al Consenso de Washington, se los recomiendo; debe ser uno de los conceptos más injustamente vapuleados de la historia económica y merece una segunda oportunidad.
Además, la crisis argentina del 2001 no ocurrió por hacerle caso. Sirva este post de desagravio.
jueves, 7 de febrero de 2008
La palabra maldita

El Economist tiene uno de esos índices que ellos inventan que se llama the R-word index. Para Estados Unidos cuenta la cantidad de noticias en las que aparece la palabra "recesión" en el New York Times y el Washington Post en un trimestre y con eso se construye una serie que ya tiene más de 25 años. Parece que el índice –que viene subiendo a toda velocidad– sirvió para adelantar las recesiones de 1981, 1991 y 2001.
Si además contaran a los blogs, la que se viene va a ser, sino la más profunda, por lo menos la recesión con más prensa de la historia.
Por lo que sé, el índice también existe para el Reino Unido y Canadá. ¿La prensa argentina hará algo parecido? También se podría hacer un índice "I", o "H", aunque a veces es mejor no tentar al diablo.
A ver si por nombrarlo demasiado, aparece.
jueves, 24 de enero de 2008
Crisis Financiera, Crecimiento y Politica Fiscal

Hace un par de semanas uno de nuestros amigos comentaristas nos dejó una consulta sobre la propuesta del Fair Tax del precandidato republicano Huckabee. Básicamente la idea es reemplazar todo el sistema impositivo yanqui por un único impuesto a las ventas. Simple y claro.
Como bien dicen sus propulsores esta idea avanza y supera a la del Flat Tax que Steve Forbes propuso cuando fue candidato independiente a la Casa Blanca. En la literatura al Flat Tax tambien se lo conoce como Hall-Rabushka tax.
Ambos F.Taxes se caracterizan por gravar básicamente el consumo, el flat tax grava los ingresos dedicados al consumo y el fair tax grava directamente las ventas o el consumo. Es decir que en ambos casos el ahorro no tributa.
Desde la época de J.S.Mill los tributaristas se dividen entre aquellos que desean gravar todo el ingreso y quienes proponen no gravar el ahorro ya que de esta forma se incentiva la inversión y el crecimiento.
Como mencioné hace poco la crisis financiera actual se explica en parte por la abundancia de liquidez y la ausencia de regulaciones adecuadas, por lo menos eso dicen en el Financial Times.
La forma en que uno decide aplicar una política fiscal expansiva parece no ser neutral. Es lógico pensar que si se bajan impuestos a quienes poseen una mayor capacidad de ahorro, estos ahorrarán más. Pero claro hoy las mejores alternativas de inversión no siempre son actividades productivas y ahí creo que empiezan los problemas. En cambio, si la expansión es provocada mediante una politica de gasto redistributiva o una baja de impuestos a los sectores medios y bajos con mayor propensión a consumir el impacto sobre la demanda agregada es más directo y profundo. Por aquí Paul Krugman lo explica mejor.
En estos días me estoy preguntando si la crisis financiera actual no es un caso en contra de aquellos que siguiendo la saga de las reaganomics proponen bajar los impuestos al ahorro para incentivar una mayor inversión y un mayor crecimiento.
¿Ustedes que opinan?
jueves, 17 de enero de 2008
Mirada Global, ¿por qué algunos no la tienen?
Seré muy breve. Vieron esta noticia (1) y esta otra (2)?
Durante mucho tiempo discutimos si había que desacelerar el gasto público o no para "enfriar" la economía. Estoy muy mal si pienso que ambos hechos están fuertemente vinculados?.
Dicen que los bonistas festejan. Porque habrían manipuleados los datos de la actividad económica? Moreno juega para los bonistas?.
Para los que no acceden al Cronista. (1) Fuerte deficit fiscal en diciembre. (2) Cifras records de actividad económica. Dudas sobre los datos
Durante mucho tiempo discutimos si había que desacelerar el gasto público o no para "enfriar" la economía. Estoy muy mal si pienso que ambos hechos están fuertemente vinculados?.
Dicen que los bonistas festejan. Porque habrían manipuleados los datos de la actividad económica? Moreno juega para los bonistas?.
Para los que no acceden al Cronista. (1) Fuerte deficit fiscal en diciembre. (2) Cifras records de actividad económica. Dudas sobre los datos
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domingo, 25 de noviembre de 2007
Pero más pobres que otros
Dicen los economistas que se dedican a estudiar la felicidad que a los seres humanos no nos importa tanto ser ricos, sino ser más ricos que otros. Eso explica porqué no se ve que la gente en los países desarrollados sea más feliz en la actualidad que hace cincuenta años pese a ser muchísimo más rica hoy que entonces. Y en eso debe estar también la explicación de por qué los argentinos se sienten cada vez más pobres.
En el gráfico de arriba hay una comparación usando la misma fuente que antes que nos muestra que de los cinco países que elegí, sólo uno tenía un PIB per cápita mayor en 1950, y no demasiado mayor. Todos los demás estaban por debajo. De los tres restantes, dos alcanzaron a Argentina en los '70, España en el '74 e Irlanda, que después terminó pasando a casi todos, en el '78. Sólo Turquía queda por debajo.
Y hay que ver por cuánto tiempo. Por un lado, en la misma base de datos se ve que la productividad en Turquía va a toda velocidad. Por otro, con dos especialistas en crecimiento como Rodrik y Acemoglu, hay que reconocer que ese país corre con ventaja.
Más ricos que nunca
En los comentarios a este post apareció una idea errónea que ya he visto rondando en varios comentarios en éste y en otros blogs. Según esa idea una de las dificultades para conseguir una mejor distribución del ingreso en Argentina es que cada vez hay menos para repartir.
Si bien es cierto que la situación relativa de Argentina en cuanto al nivel de ingreso per cápita no es ninguna maravilla, es necesario dejar de pensar que Argentina nunca estuvo mejor que en 1974. En realidad, el mejor nivel de ingreso per cápita de toda la historia es el de estos años y como, además, no hay ninguna recesión en puerta va a seguir mejorando por lo menos durante un año más, aunque sea por puro efecto arrastre. Así que para repartir, hay.
Como vemos en el gráfico, el PIB per cápita creció más o menos continuamente hasta 1974, luego descendió sin prisa pero sin pausa hasta 1990, un retroceso que lo llevó hasta el mismo nivel de 1968, volvió a crecer hasta alcanzar otro máximo en 1998, descendió abruptamente durante la Crisis de los Cinco Años y se recuperó a partir de ése momento hasta sobrepasar todos los máximos históricos conocidos en lo que se ha dado por llamar, con toda razón, La Resurrección.
Los datos los saqué de aquí, es PIB per cápita en PPP, según una metodología que se llama Geary-Khamis que se usa para hacer comparaciones internacionales. Como los datos llegaban solamente hasta el 2005, "inventé" el 2006 y el 2007 suponiendo una tasa de crecimiento del 6% anual, lo que es un cálculo bastante conservador.
El resultado de tantas idas y venidas es un empeoramiento continuo en la distribución del ingreso, lo que en castellano básico quiere decir que los ricos argentinos son en el año 2007 muchísimo más ricos que en 1974 mientras que los pobres quién sabe. Sería interesante saber si el 10% más pobre de argentina es hoy más o menos pobre que en 1974. Es seguro que lo son en términos relativos, pero en términos absolutos habría que mirar mejor las estadísticas.
De todas formas, como digo siempre, el crecimiento solo no alcanza. Para que el bienestar llegue a todos, hay que quitarle volatilidad al crecimiento y hacer políticas distributivas.
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